La Razón, 4 de noviembre de 2004

Julia Otero tenía que quitarse la espina después de las acertadas, lógicas y justas críticas de su debut en La Primera, donde Felipe González y Pujol se fueron crudos. Hace una semana, Julia se dejó vencer por la emoción del primer día o por haber reunido a dos ex presidentes. Sólo así se entiende, después de ver cómo se afianzó durante temporadas en «La columna» que hacía en TV-3, el escaso resultado político que sacó a Pujol y a Felipe. Aunque no cabe duda de que, ante ella, rendida pero seductora, se encontraron cómodos. Igual que las cuatro jóvenes presentadoras de anteanoche. Julia opuso, juntó y contrastó cuatro estilos de talante y de físico. La más habladora, una Isabel Gemio que escogió inteligentemente una restallante camisa verdosa. Buen contraste, también de talantes, ante la más serena, casi introspectiva Olga Viza, de mirada inquisidora –se le entendía todo especialmente en su pregunta a un Lorenzo Milá menos brillante en su nuevo cargo, lo hacía mejor en La Segunda, ¡qué cosas!– que chocó con el permanente gesto y lengua antipática de Gemma Nierga, quien no tiene la telegenia de sus colegas y menos aún la de la sofisticada, al menos esta noche –en persona no resulta tan campanuda–, Concha García Campoy. Aunque fueron muy humanas sus apreciaciones o confesiones de cómo compaginar profesión y maternidad, las otras tuvieron mayores miramientos. Moderna, incisiva como en sus tiempos de Radio Miramar de Barcelona ennoviada entonces a un poco predispuesto Carlos Herrera, elegante sin pasarse –tónica catalana–, Julia hizo pasar una noche llena de complicidades evidentes que, sin embargo, no pudieron ocultar –¡qué miradas traicioneras elocuentes en su revelador silencio!– una competencia desplegada para poder analizarlas, disfrutarlas y hasta diseccionarlas sin la rigidez o encorsetamiento habitual. Olga Viza cautivó en su aire aparentemente «naïf» –pero hizo el cuestionamiento más acertado sobre las elecciones americanas, qué no sabrá ella y cómo se regocijó al evocar cómo vivió en la Casa Blanca los comicios de 2000–. Mientras que la Nierga estuvo seca y produce un rechazo no extensivo en lo radiofónico, sencillota Concha y muy Bárbara Walters la gallega Julia reciclada en una Barcelona donde tiene sus grandes amores. Sorprendió el cambio de físico de la Gemio y las cuatro evidenciaron la impronta profesional de una escuela forjada en Barcelona pese a sus orígenes extremeños (Isabel), ibicenco (Concha) o pontevedrés como Julia la filóloga. Difícil se lo han dejado a la competencia (?) masculina. No hubo nada que lamentar, como hace ahora Jorge Juste. Por si no resultaron suficientes las críticas y objeciones a su inoperancia granjera, la semana que viene tendrá que operarse de las dos manos porque «la prueba de estrés del nervio mediado a su paso por el túnel carpiano evidencia discreta disminución de fuerza y habilidad manual». Qué cosas. Al empresario le han diagnosticado «síndrome de túnel carpianobilateral» que urge la intervención, una mano cada día, para recuperar movilidad y flexibilidad en los «tendones flexores del quinto dedo en ambas manos». Y todo eso, sin casi entrar al tajo. El informe médico aconseja «evitar esfuerzos físicos al menos durante un mes, hacerlo podría empeorar el cuadro clínico en tratamiento». Después de esto, no sé que podríamos aplicarle a Paquito Fernández Ochoa o a Cristina Sánchez, que sí han sudado.


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