Editorial del 31 de mayo de 2022

¿Se acuerdan de hace unos meses, cuando la inversión pública prevista en los Presupuestos Generales del Estado motivó que Ayuso dijese que España roba a Madrid? Se quejaba Ayuso de que la partida prevista para Madrid era inferior a la de otras comunidades, como Andalucía, Cataluña, y Comunidad Valenciana, y lo consideraba “un robo”.

Ocho meses después tenemos datos sobre la inversión del Estado por comunidades, y resulta que mientras en Madrid se ejecutó el 180%, incluido el rescate de las autopistas radiales, en Valencia, Cataluña, Asturias y Andalucía apenas rozaron el 40% real del dinero comprometido. O sea, la famosa “lluvia de millones” prometida en los presupuestos se quedaba en un mero chirimiri, mientras Madrid era literalmente regada.

Hace unos días se conocía una trama de falsos vacunados contra el coronavirus, unas 2.200 personas que constaban como vacunadas en el Registro Nacional de Sanidad sin estarlo... El engaño fue destapado gracias a los “camaleones”: es como se llama en el argot a las brigadas de información, unos policías especializados en mimetizarse y moverse por los Territorio Negros sin ser vistos.

Aunque a veces, esos ojos y oídos que la policía tiene estratégicamente repartidos no son suficientes. Hace unos días nos conmocionaba la noticia del asesinato de dos chicas de Terrassa, una ciudad cercana a Barcelona, por pretender divorciarse de los maridos que su familia les había impuesto. Las dos mujeres, viajaron engañadas a su país de origen, Pakistán, donde su propia familia las torturó y asesinó. Matrimonios forzados y crímenes de honor, una realidad paralela que existe y que no está tan lejos como creemos: muchas de las mujeres que la sufren son residentes y escolarizadas en España, a veces incluso nacidas aquí.

 


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