Editorial del 13 de noviembre de 2015

Berlín es la ciudad de Europa más activa en el combate contra la contaminación. Entre otras medidas, desde hace 8 años los vehículos contaminantes no pisan el centro de la ciudad. París se propuso hace algunos años acabar con los vehículos diésel, y cuando ha tenido alertas por aire irrespirable, ha impuesto la circulación a días alternos de coches con matrícula par e impar.

En Londres, el tráfico rodado está muy restringido con peajes disuasorios, al igual que en Estocolmo. No se puede circular a más de 50km la hora en Bruselas cuando la contaminación rebasa cierto nivel, a parte, claro está del amor y preminencia que han otorgado en la ciudad a la bicicleta.

Así es Europa, pero España, amigos míos, es otra cosa. Aquí por envenenado que esté el aire, que no le quiten al español el culo del asiento de su coche, porque para eso es suyo y lo coge cuando le parece para ir a dónde sea. El ayuntamiento de Madrid, tenía y tiene una normativa anticontaminación aprobada por Ana Botella, que ayer implantó Manuela Carmena, dados los altos niveles de contaminación en la capital y hasta han salido voces hablando de los perjuicios para el comercio local. España, a veces, no tiene remedio.


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