Editorial del 14 de enero de 2014

Una cosa es hablar de la burbuja inmobiliaria en España y su posterior pinchazo y otra poner esa realidad en cifras, las que ha ofrecido el Instituto Nacional de Estadística.

Las cifras son demoledoras sin paliativos y dejaron cortas las peores previsiones tanto del Fondo Monetario Internacional, que dijo en 2008 que la vivienda bajaría entre un 15 y un 20% e incluso las de la OCDE que preveía entonces un descenso del 30%.

Con los datos del INE en la mano podemos decir que desde el inicio de la crisis en 2008, el precio de la casa en la que vivimos ha bajado prácticamente a la mitad en Aragón, Cataluña y el País Vasco y un 40% de promedio en toda España. Casi 5.000 inmobiliarias han cerrado sus puertas desde finales del 2007 y los analistas no creen que el mercado del ladrillo haya tocado aún suelo, porque la burbuja no se ha deshinchado por completo. Según el ministerio de Fomento la vivienda en España dobló su precio en solo 6 años, del 2002 al 2008, y desde ese año hasta ahora han vuelto a niveles previos a la burbuja.

Acabadas las ventajas fiscales, endurecido el crédito y con miedo aún de muchos a perder el empleo, no parece que el ajuste haya concluido. Los que compraron casa en esos años de vino y rosas están condenados a pagar un piso que solo vale la mitad.


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