Editorial del 4 de diciembre de 2009

A última hora de esta mañana ha muerto por segunda vez Jordi Solé Tura. Todos los enfermos de Alzheimer mueren 2 veces. La primera, cuando ya no recuerdan nada de lo que fueron. La segunda, cuando su cuerpo se va.

Jordi Solé Tura fue uno de los padres de la Constitución, un experto jurista, hijo de familia humilde que estudió de forma brillante la carrera de derecho mientras amasaba pan de madrugada en el negocio familiar de Mollet del Vallés.

Peleó por la libertad, conoció el exilio, estuvo en la cárcel de aquel franquismo que aún hay quien insiste en recordar como una época de placidez. Se perdió una parte de la infancia de su hijo y a su hijo debemos un documental que mereció el premio Goya hace 2 años. "Bucarest, la memoria perdida", fue y es una película emocionante en la que con respeto y amor infinito, el hijo se acerca a un padre que ya no recuerda quién fue y al que brinda el homenaje de la memoria que no deben perder las próximas generaciones.

Jordi Solé tura era un hombre afable, culto, lúcido, comprometido. Uno de esos hombres fundamentales que explican la generosidad con la que España supo pasar página a la ignominia.


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