Editorial del 9 de diciembre de 2009

Decía Alan Greenspan cuando era el presidente de la Reserva Federal, que los responsables de un instituto emisor tienen que hacer pocas declaraciones y, si no hay más remedio que hacerlas, que, al menos, carezcan de todo interés.

Pues bien, el presidente del Bundesbank, el banco central alemán, ha hecho esta mañana en Frankfurt unas declaraciones muy interesantes... O sea, mala cosa, según criterio de Greenspan.

El señor Axel Weber ha censurado que algunos países como Reino Unido se planteen poner límite a los bonus de los banqueros. Dice el señor Weber que subir los impuestos a las primas de los banqueros no va en la dirección correcta. No sabemos cuál es esa dirección, lo que sí conocemos es qué ocurre cuando se pagan pluses millonarios a los ejecutivos bancarios por ganancias a muy corto plazo. Estamos pagando aún el precio de un mundo financiero sin control, y ya hay peces gordos como el señor Weber que critican que los gobiernos quieran poner límites.

O sea, vamos a toda velocidad al escenario del que creíamos estar huyendo. Aquí no ha pasado nada, ni nada hemos aprendido: El objetivo parece ser “a ver en cuánto tiempo el mundo puede volver a ser lo que fue”. De poco importa que muchos adviertan que prevenir es porvenir, así que estamos poniendo ya la primera piedra para la próxima crisis.


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