"Espero que esto de la tele sea como ir en bicicleta, porque tiempo he tenido para que se me olvide", arrancaba anoche Julia Otero su regreso a la televisión, su regreso a RTVE y su regreso por la puerta por la que mejor encaja: Días de tele. Pues no, no se le ha olvidado. Hay cosas que una trae de serie

El Mundo, 18 de enero de 2023

Por Esther Mucientes

Julia Otero, anoche en el estreno de Días de Tele
Julia Otero, anoche en el estreno de Días de Tele. RTVE

Julia Otero también es Días de tele, también es historia de la televisión. Cuando hace 10 años desapareció de la llamada 'caja tonta', pocos fueron conscientes de la joya que se acababa de perder. Hay dones con los que uno nace que te hacen único en tu especie. Julia Otero es única en su especie y lo demostró -aunque no tenía que demostrar nada- anoche.

Decía la periodista al comenzar Días de tele que esperaba "que esto de la tele sea como ir en bicicleta", porque "tiempo había" para que se le olvidara. Cuando uno aprende a montar en bicicleta por muchos años que pasen, si un buen día vuelves a montar, cuesta la primera pedalada, las siguientes salen solas. A Julia Otero no le ha costado ni esa primera pedalada ni ninguna de las siguientes. Días de tele es Julia Otero y Julia Otero es Días de tele, y no hay más que decir.

"Si nos acompañan", continuó, "vamos a recordar juntos cosas que yo creo que hemos olvidado. Les propongo un viaje sobre nuestra vida. Un viaje que comienza con un acto tan familiar, tan sencillo y tan reconocido como sentarnos juntos a ver la televisión (...) Este programa está dedicado a todos aquellos que no pueden entender la vida sin la televisión, incluso los que presumen, que los hay así, de no verla. Hasta esos disfrutan o sufren de la influencia poderosa de la televisión. Hoy comienza Días de tele. ¡Bienvenidos!". Dos minutos de arranque le hicieron falta para entender que lo que Días de tele propone es viajar desde el pasado al presente, viajar por lo que hemos sido y somos, viajar recordando, viajar con Julia Otero. ¿Quién rechazaría ese viaje?

Días de tele está pensado para una generación muy concreta y, efectivamente, sin Julia Otero sería una especie de Viaje al centro de la tele, pero con una estructura modificada.

Quien pone la magia para que Días de tele no se quede en un viaje a la nostalgia a través de la pequeña pantalla es ella. Fíjate que el programa no sólo cuenta con invitados -anoche Paco León, Lolita o Arturo Valls- y con colaboradores elegidos para sentar en una mesa el pasado, el presente y el futuro, y aun así podría desaparecer todo y quedarse sólo las imágenes del inmenso archivo de RTVE y Julia Otero, y el programa seguiría siendo la misma joya.

Porque lo que hace que Días de tele sea esa joya perdida y olvidada en un cajón de la memoria es ella. Los 5,5 millones de euros -400.000 euros por cada una de las 13 entregas de Días de tele- que, según Bluper, RTVE ha pagado a LaCoproductora, de PRISA Media, por este programa no duelen prendas. Están bien pagados porque el programa vale y porque, haga la audiencia que haga, es un tesoro.

No sé si Días de tele pasará a formar parte de la historia de la televisión como aquel 3 X 4, como aquel Un paseo por el tiempo o como aquel Las Cerezas, pero merecería un hueco.

Sin Julia Otero al frente, Días de tele sería un programa de nostalgia para nostálgicos, sin más. Un viaje de archivos, imágenes y documentos, punto.

DE URI GELLER AL PEQUEÑO NICOLÁS

Si anoche tocó el año 1975 con el histórico momento televisivo de Uri Geller rompiendo y doblando cucharas en la cara de José María Íñigo en Directísimo, y tocó a esa generación, la que ahora ha superado los 60, para que rebuscara en su memoria aquellos días de hipnosis colectiva en los que todos querían doblar cucharas con la mente, imagina todo lo que puede devolvernos Julia Otero.

Si la semana que viene, Julia Otero nos llevara al primer reality de la historia de la televisión, sería la generación de los llamados Millenial, la que bucearía en su memoria. Sin embargo, lo que tiene Días de tele es que ocurriera en 1975 o en 2001, atrae a quien lo vivió y a quien ni siquiera aún no había nacido.

Yo no había nacido cuando estalló la histeria colectiva que produjo aquel programa con Uri Geller en directo convirtiendo la cubertería en mantequilla, pero Julia Otero te traslada y te lleva de la mano a ese momento aun habiendo transcurrido cinco décadas. No son sólo las imágenes es su manera de contarlo, su manera de conseguir que a través de un hito de la televisión de aquel año se conozca cómo era España entonces, por qué "necesitábamos creer" con tanto ímpetu, por qué se creyó sin ponerlo en duda ni un ápice que aquel "ilusionista" verdaderamente podía doblar y partir cualquier objeto de metal.

Te traslada a 1975, pero también lo trae al hoy. "¿Qué ocurriría si hoy apareciera en televisión un hombre que dobla cucharas con la mente?", planteó Julia Otero. No sólo lo planteó sino que lo puso en práctica. Días de tele llevó a un "discípulo" de Uri Geller para que hiciera lo mismo que Geller hizo hace 50 años. Por supuesto, nada que ver con lo de entonces.

Sí, el "ilusionista" dobló varias cucharas, partió una, se la regaló a Julia Otero, pero por suerte la España de hace 50 años no es la España de ahora. Lo que nadie nos ha quitado es eso que decía Julia Otero al principio del programa: "La televisión ha cambiado mucho y nosotros con ella. Por eso, en este viaje, también vamos a pasear por el presente. En realidad, la tele que hemos visto, fíjense, seguro que define y explicar una parte de cómo somos hoy".

Y con aquellas imágenes de Uri Geller, de José María Íñigo, de Fernando Navarrete, el mítico director de Directísimo y de otros programas históricos, el viaje de Julia Otero no sólo era para recordar aquella España de septiembre de 1975, sino aquella España que se creía lo que entonces eran bulos y hoy son deep fakes, y que queda de entonces. Porque todavía queda.

Con ella, un viaje de tantas horas que con toda seguridad acabaría cansando, se hace rápido, ameno, entretenido, espontáneo, curioso, interesante... ¿Cuánto tiempo hacía que no te sentabas frente al televisor y querías más, y opinabas, y decías '¡uy, yo viví eso! o ¡qué fuerte lo que pasó!? Esto es Días de tele y esto es la magia de Julia Otero.

JULIA OTERO, LA JOYA RECUPERADA

Cuando comienza el programa da la sensación que lo que va a contar ya está una y mil veces contado y visto, pero enseguida te atrapa el innato magnetismo de Julia Otero. Ese magnetismo que ya tuvo en tiempos pasados y que parece que se está dirigiendo sólo a ti y nada más que a ti. Como si tú fueras el que está sentado en la mesa de colaboradores o en la silla de la entrevista -anoche a Arturo Valls-; como si con quien compartiera el tenedor partido por el "discípulo" de Geller fuera contigo y no con Lolita. Esa capacidad no se aprende, se nace con ella.

El don de Julia Otero es empezar un programa con Uri Geller y acabarlo con el pequeño Nicolás y que el viaje de entremedias no te descoloque ni te parezca extraño. No es fácil. No es nada fácil arrancar con un momento televisivo de 1975, pasar por la España de aquellos años, por la primera actuación de Lolita en la televisión, por las diferencias entre realidad y ficción, por Chad Everett, por "doctor Jano, cirujano, no se vaya a enamorar...", por las series de la época, por Ava Gadner, por la muerte de Francisco Franco, por las mentiras, por el bulo de Sorpresa, Sorpresa y Ricky Martín y por el pequeño Nicolás y que todo encaje como un guante hecho a medida.

Se necesita un hilo conductor, alguien que maneje el timón, arríe las velas, leve anclas, ordene a la tripulación... Sí, un capitán, pero no vale uno cualquiera, tiene que ser un capitán a la que le apasione el mar, ame su barco y esté dispuesto a enfrentarse a los peligros de las aguas profundas.

Creo que se ha olvidado lo que es hacer televisión sin ruido de fondo y sin crearlo. Por eso era tan necesario que alguien como Julia Otero volviera a la televisión. No sólo porque sepa hacerlo, sino porque esa joya perdida y olvidada es llegar a puerto sin percances. Un viaje dulce, amable...

Un viaje donde sabes que el capitán será como los músicos del Titanic, que no abandonará el barco, ni a los viajeros, ni a la tripulación. Un viaje por el tiempo con el presente, muy presente -valga la redundancia-, sin más pretensiones que eso, que hacer buena televisión en unos tiempos que, por suerte o por desgracia, ya no son los de aquel 1975.

Dudo mucho que este barco pudiera tener una capitana mejor. Dudo mucho que Días de tele fuera lo que demostró ser anoche sin Julia Otero llevando el timón. Dudo mucho que hoy comprendamos lo que significa volver a tener a la periodista al otro lado de la pantalla.

Para los que crecimos con la televisión como el hermano que nunca tuvimos, Días de tele es nuestra memoria, nuestra joya. Para los que no, incluso para los que reniegan de la 'caja tonta, la joya es ella, es Julia Otero.

 


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