La Razón, 5 de mayo de 2008

Por Sonia Doménech

Comenzó en la radio con apenas 18 años haciendo un programa para acompañar a un antiguo novio, y tuvo un flechazo con el medio. Desde entonces, Julia Otero ha combinado su trabajo en la radio con la televisión, pero si se le dan a escoger apuesta por el invento de Marconi porque gana en proximidad e intimidad. Cada programa se lo toma como un examen ante una audiencia que es tan exigente como ella misma. Lo saben los que trabajan a su lado y se nota en el resultado. La información de actualidad es su razón de ser, y las entrevistas su plato fuerte. Mientras deja que en TV3 los niños pregunten a personajes de talla en «No em ratllis», cada tarde le toma el pulso a la actualidad en «Julia en la Onda», donde tiene colaboradores «de todas las tendencias» y lo dice con orgullo, porque aboga por la pluralidad.

¿Esperaba en una temporada situarse la segunda de la tarde?

-Ha sido un buen EGM (353.000 oyentes) porque un aumento de un 27 por ciento es un muy buen resultado, lo que ocurre es que somos todo el equipo, y yo en particular, muy ambiciosos y aspiramos a mucho más, a dejarlo como lo dejé en 1999.

-Lo cierto es que su regreso a Onda Cero sorprendió...

-La vida está llena de cimientos que construir, de edificios que se levantan y que luego se caen.

-¿Eso significa que hay que saber perdonar?

-Esta empresa no tiene nada que ver con la que dejé cuando me fui, o, mejor dicho, «cuando me fueron». Eran otros y, por tanto, no soy rencorosa, al contrario, lo entiendo como un reto.

-Llegar a los 600.000 oyentes no es una tarea fácil.

-Es mi objetivo, con la rabia, dicho sea de paso, del que ha construido una casa que ha sido demolida y que vuelve al mismo lugar a volver a colocar cimientos y a volver a levantar otra construcción. Me fijo el objetivo a tres años cuando mi contrato solamente es de dos temporadas, pero está bien. Me gusta ligarme corto con las empresas. Sabiendo como saben todos que a mí me interesa la radio, yo nunca he querido volver a la tele, siempre me convencen «in extremis». Mi medio ha sido la radio desde los 18 años.

-¿Por qué contratos cortos?

-Porque si las cosas no van como esperamos soy de las que se iría antes de que se lo pidieran, no hace falta el agua caliente para echarme.

-¿Hasta qué punto está pendiente de las audiencias?

-En el caso de la radio hay algo previo a las audiencias que es la repercusión a las cosas que ocurren en el programa. Es el primer indicador y acostumbra a ser muy fiable. El equipo había empezado a notar que vamos por el buen camino.

-¿Hay que mirar a la competencia para hacer un programa?

-Siempre hago el programa que a mí me gustaría escuchar porque creo que represento a un perfil lo suficientemente mayoritario como para intentar interpretar lo que ellos quieren de la tarde en la radio. Es verdad que hay alternativas, pero la mía siempre ha estado muy vinculada a la información, a la actualidad.

-¿Cuál es la clave?

-Tengo un lema fundamental: nunca aburrir. Informar sobre la actualidad pero buscando el entretenimiento. Lo imperdonable de un comunicador es que aburra y deje indiferente. Hubo en tiempo en la radio, cuando yo empecé hace veintitantos años, en que el comunicador era una especie de perchero.

-¿Ahora hay que mojarse?

-El oyente busca o discrepancia o afinidad, pero quiere que en el otro lado le den interpretación de la realidad. Entonces, lo ético es diferenciar entre información y opinión. Con respeto para cualquier visión del mundo, pero con la convicción de que tu visión es una más y tienes derecho a darla. No solamente derecho, obligación porque el oyente quiere un comunicador que se moje.

-Para eso hacen falta muchas tablas...

-Hay que conocer los temas a fondo y, sobre todo, hay que ser humilde y cuando algo no lo entiendes o no lo sabes, tener la tranquilidad de poder decirlo. No hay peor ignorancia que el que no sabe que es ignorante. La humildad es un ejercicio que hay que hacer todos los días.

-¿El día a día se puede interpretar desde muchos prismas?

-Llevamos una temporada políticamente muy determinada en España. Yo aterricé en Onda Cero los meses previos a las elecciones, que no es la época más tranquila para abordar una vuelta a la radio.

-¿No me dirá que no es interesante regresar en un momento así?

-Para un periodista, la crispación, aunque creo que hay que combatirla cuando va en detrimento de la convivencia y del desarrollo de un país, es evidente que es un elemento taquillero y goloso para trabajar. Pero hay que ejercer el oficio con responsabilidad. Nunca he apostado por el incendio desde el micrófono.

-¿Cree que hace falta un consejo audiovisual al estilo del que hay en Cataluña para regular las malas prácticas?

-Confieso haber tirado la toalla porque ni el Consejo (Audiovisual de Cataluña), ni la autorregulación funcionan. Al final, parece que es el oyente o el espectador el que dictamina. Para mí, sería deseable que los periodistas manejaran un código deontológico y que tuvieran claro cuáles son los límites.

-¿Le hubiera gustado exportar el programa que hace en TV3, «No em ratllis», donde los niños preguntan a un famoso, para toda España?

-Yo hice una adaptación del formato inglés y en TVE han hecho una copia de la adaptación de TV3, les deseo mucha suerte y que les vaya muy bien.

-¿Se siente más cómoda trabajando en los medios públicos, en los privados o le da igual?

-Siempre he escogido en televisión la pública, y en la radio, siempre las privadas. Supongo que obedece, en el caso de la televisión, a poder plantear un tipo de programas en los que la audiencia a toda costa no sea el único objetivo. Me inventé «Las cerezas», que era muy complejo, realmente, porque entrevistar a dos personas que no tienen nada que ver en un plató en riguroso directo era muy complicado.

-Acabó con polémica...

-Aguantamos treinta y tantos programas porque el resultado fue mucho mejor de lo que algunos en su momento decían. Dieron en mi culo patadas a terceros de las cuales yo no tenía ninguna culpa. Estuve en el momento más inoportuno en el peor sitio, que es cuando Zapatero gana contra pronóstico unas elecciones, las primeras. Yo estaba en la rampa de salida de Televisión Española, contratada en la época del PP para empezar un programa, y en ese momento me escogen como diana para dar patadas a otro.

-¿Le ha tenido que decir «hasta aquí» a algún jefe?

-Hasta el día de hoy no me ha pasado nunca, y no creo que ocurra. Discrepamos en algunas decisiones, pero trabajo con absoluta libertad sabiendo todos que estamos en una radio que intenta no incendiar, intenta ser plural e intenta reflejar con sus colaboradores y con sus comunicadores diferentes visiones del mundo. Yo creo que en eso Onda Cero sí es la única, da una visión plural, que representa muy bien a toda España.

-¿Influye hacer el programa desde Barcelona?

-Tenía mucha razón Rajoy cuando decía, no hace mucho, que España no es Madrid. Me encantó oír esa frase porque creo que es la clave que debe entender el PP en España. Es cierto, España no es Madrid, España es muchas cosas y esa preocupación de las diferentes sensibilidades yo la tengo. Abro micrófonos en Sevilla, en Galicia, en Cataluña, en Valencia, en Segovia y en Madrid, por descontado. Creo que esa pluralidad nos viene a todos muy bien.

-Usted es gallega afincada en Barcelona. ¿Cree que la capital es demasiado centralista?

-Existe una cierta claustrofobia, están tomando la parte por el todo y, desde luego, un buen político o un buen comunicador jamás debe hacer eso porque se equivoca. Entonces, hay una parte importantísima de ese todo que te da la espalda. Es lo que le ha ocurrido al PP en Cataluña, por ejemplo. Ahí hay un rumbo que claramente deben corregir, es una anomalía que el PP tenga el resultado que tuvo en Cataluña. Si no se contara Cataluña, el PP hubiera ganado las elecciones por dos diputados. Si quieren ganar las elecciones no pueden dar la espalda a Cataluña, deberán corregir algún aspecto en su relación con esta comunidad.

-¿No sé si es la línea oficial del partido?

-Cuando se contrapone, todos salimos perdiendo. Yo, para la ortodoxia nacionalista soy una españolista y para la ortodoxia madrileña soy sospechosa de un cierto separatismo. Las dos cosas al mismo tiempo no puede ser, quizá es que estoy en el buen camino, pero no es fácil.

-¿Cómo lleva Julia Otero las críticas?

-Tengo poca bula en general, pero eso me da sangre. Mi correo electrónico no está en la terminal del «mailing» de ningún partido político, ni de ninguna otra organización. A mí no me llegan consignas por la mañana, de nadie. Eso tiene una dificultad, a veces la soledad. Quién me defiende, el mercado.

-¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?

-Al final, el que te otorga o retira la confianza es el oyente o el espectador, ésa es mi baza. Yo sé que mientras el oyente o el espectador estén conmigo, el empresario de la comunicación contará conmigo, si no, no.

«Aún hoy se hacen comentarios ofensivos a las mujeres»

-¿Ser mujer es más complicado para tener credibilidad en los medios?

-Claro, es evidente. Sigue habiendo dos varas de medir, lo pueden decir las políticas. Lo ha comprobado ahora no sólo Carme Chacón, también Soraya Sáenz de Santamaría, que ha tenido que aguantar unos comentarios que me parece que no son de recibo.

-¿Es partidaria de poner cuotas?

-Sí, soy firmemente partidaria porque cuando no se aplica la discriminación positiva se aplica la otra, y la otra es la negativa. Y esa, por inercia histórica, la hemos sufrido durante siglos. Y cuando aparece alguien diciendo que las mujeres deben estar ahí por sus propios méritos, la sola pronunciación de esa frase ya me parece ofensiva porque nunca la he escuchado aplicada a un hombre. Cada vez son menos y, lo más importante: cada vez les da más vergüenza decir lo que piensan.

-¿Cree que la ley de medios que ha aprobado Cataluña conseguirá despolitizar TV3 y Catalunya Radio?

-Todos los indicios del inicio son malos. Como decía Pilar Rahola el otro día, es como poner a los ratones a vigilar el queso. De entrada tengo cierta esperanza en que Rosa Cullell (nueva directora general) pueda hacerlo bien porque es una mujer que me merece toda la confianza, que no aceptó los chantajes previos. Dicho esto, creo que se ha conseguido un esquema que no tiene nada que ver con la profesionalidad de los medios, con un comisario de cada partido vigilando.


Política de Privacidad Política de Cookies © 1998-2024 juliaotero.net