Texto: Luis Cantero

Julia Otero es la sonrisa de "La Luna", su cuarto creciente de simpatía puesto al servicio de una onda de medianoche que nos llega a través de una pantalla mágica y que estimula nuestra curiosidad. Una mujer que estudió filología y que ha sabido abrir con naturalidad el libro de la comunicación, primero en la radio y después en la "tele". Nació en Lugo y se crió en Barcelona, "en la misma calle que Serrat", por lo que tiene la fantasía barroca de los gallegos y el pragmatismo de los catalanes en una proporción de mitad y mitad, o sea, los ojos en las estrellas y los pies en el suelo.

Cae la tarde y anochece en Madrid cuando llega Julia Otero al salón principal del "Hotel Ritz" con un portafolio de cuero bajo el brazo y vestida de terciopelo rojo y negro, como una heroína de Stendhal. El pianista está tocando una melodía barroca de Tommaso Albinoni y disponemos de dos horas para confesarnos, porque como cualquier paloma mensajera tiene que volar hoy mismo hacia Barcelona para caer en su nido de amor, donde la espera su marido desde hace cuatro días. Mañana tiene una sesión fotográfica, una comida de trabajo, quizá otra entrevista y una tarde pegada al teléfono para preparar su próximo programa. La chica está en la cresta de la ola y apenas le queda tiempo para reposar en la arena de la vida cotidiana.

- ¿Té o café?

- Hoy, café. Pero no quiero que creas que desprecio una buena mesa de té con pastas. Y una rajita de limón. De todas, ese té de las cinco lo dejaremos para otro día.

- ¿Azúcar?

- Sí, azúcar, porque lo pide la lujuria.

- Comprendo. Pero la sal tampoco es mal aderezo para ese magnífico pescado.

- Por supuesto. Se nota antes lo salado que lo dulce, pero si te metes algo en la boca muy salado lo escupes automáticamente. En cambio, si te metes algo muy dulce, cuela mucho mejor. Casi todo en la vida con el azúcar entra mejor.

- ¿Hasta el amor?

- Hasta el amor.

Ha esbozado una sonrisa pícara Julia Otero a la que conozco desde que era casi una niña y apareció con el entusiasmo de una adolescente en el estudio de una emisora de radio. Quizá por eso hemos entrado en un terreno tan confidencial con sólo dos cucharaditas de azúcar y en el que seguimos leyéndonos segundas y terceras intenciones en las preguntas, en las respuestas y en los ojos.

- Sé que te miras en la cámara y que la cámara te quiere, Pero... ¿te miras también mucho al espejo, Julia?

- Mi mejor espejo siempre es el vídeo, pero no tengo vídeos prohibidos.

- ¿Nunca has tenido la tentación de filmarte a ti misma desnuda?

- No, porque no me fío ni de mi sombra.

La sombra de Julia es alargada como un ciprés descrito por Delibes y ella siempre comenta que "la gente cree que soy más bajita porque la televisión achata". En realidad es de estatura media y cuando se sienta, sus piernas parecen infinitas y provocan una profunda curiosidad.

- ¿Cuál sería tu presupuesto anual de ropa interior?

- El presupuesto real sería el resultado de todo lo que pudiese estrenar en un año, que no se corresponde con lo que yo me gastaría, porque me hacen regalos...

- Te importa ir bien vestida "por dentro".

- Me importa muchísimo y me encanta la lencería. Tengo un amigo en Barcelona, que también es periodista, y que asegura que no soportaría acostarse con una mujer que llevase unas bragas de menos de mil quinientas pesetas.

- Qué poco exigente, ¿no... ? A mí, lo que realmente me molesta y me sume en la desesperación más absoluta, es esa especie de moderno cinturón de castidad que es el "panty". No serás tú de las que lo llevan, ¿eh... ?

- Una señora tiene que ir cómoda por dentro, y luego, si hay que montar algún número, se monta.

- No, perdona, pero por ahí no paso. Una señora tiene que ir siempre con sus medias y su liguero, y todo lo demás son sucedáneos.

- Hombre, es como un señor con calzón largo... también los hombres tenéis que cuidar la estética interior, ¿no?

- Desde luego, porque a cualquiera le cogen en un renuncio, pero sigamos hablando de ti, ¿con cuántos hijos te sentirías realizada como madre?

- Es que primero tengo que saber qué significa realizarse como madre, y todavía no lo tengo muy claro porque nunca lo he sido.

- Pero la mujer lleva la maternidad cosida en su ser, o al menos eso dicen...

- Pues yo, sinceramente, no lo sé, o al menos tengo serias dudas sobre ello. Creo que nos han vendido esa película durante milenios y que nos ha impresionado mucho el argumento. Piensa que la mujer es la única hembra sobre la faz de la tierra que tiene celo permanente.

- ¿Tú lo pones en práctica?

- Digamos que soy una mujer apasionada, pero también tengo unos días más inspirados que otros, y si me abruma el trabajo no es lo mismo que si vivo una situación de relax, de tranquilidad, de buen rollo, de enamoramiento... Cuando la gente está en celo permanentemente.

- ¿Y... tú estás enamorada?

- Sí.

El monosílabo de Julia es inapelable, pero ella no se detiene ahí y agrega: "Cuando la gente se enamora, el Estado debería pagar tres meses de vacaciones, porque es algo maravilloso que hay que conservar y cultivar y el amor no deja tiempo para ninguna otra cosa... "

- ¿Tú cómo notas que estás enamorada? ¿Te hace cosquillas el alma?

- Noto que estoy enamorada porque veo en todo lo que miro a la persona armada.

- ¿Y haces locuras de amor?

- Las pienso y las imagino, porque tengo la cabeza muy soñadora pero los pies muy en el suelo. Lo malo de las locuras de amor es que a veces te llevan al arrepentimiento inmediato, y entonces hay que hacerlas con medida.

- A estas alturas de tu vida sabrás si te enamoras con los pies, con el corazón o con el cerebro.

- Siempre con el cerebro, aunque dicen los orientales que el amor por los pies es muy gratificante.

- ¿Eres fetichista?

- Lo soy de ciertas cosas. Por ejemplo, guardo todas las cartas de amor que me han enviado a lo largo de mi vida...

- Las guardarás en un "container".

- No, aunque la primera la recibí a los catorce años, pero hay que distinguir entre las cartas de los enamorados y las cartas de los admiradores, que suelen ser muy cariñosas. El otro día, por ejemplo, recibí una de un viejecito que me decía: "La vida sin ti no pasaría de cuarto menguante".

- Qué bonito, ¿eh?

- Precioso y enternecedor.Pero volviendo al fetichismo la verdad es que también guardo frascos de perfumes vacíos que me recuerdan cosas.

- ¿Los olores son para ti tan importantes como para aquel personaje de Einrich Böll que los distinguía incluso por teléfono?

- Bueno, no llego a tanto, pero sé distinguir el mismo perfume en cada piel, con todos sus matices, y las fragancias naturales de las personas.

- ¿Tú utilizas mucha "química" para estar guapa?

- Qué va sólo jabón. La cosmética hay que tomarla también con medida y una chica de dieciocho años no puede castigar su piel con extractos de placenta, que serán muy buenos para las mujeres maduras, pero que a su edad no necesita.

- ¿Tú te atreves todavía a confesar tu edad?

- ¿Por qué no? Sólo tengo veintinueve.

- ¿Haces algo para mantenerte en forma?

- Trabajar. Y trabajo tanto que no me queda tiempo ni para hacer deporte. Yo siempre me pregunto cómo se las arreglan los "yuppies" para pasarse tantas horas en el gimnasio, y por otro lado pienso que la "mala vida" también ayuda a "estar mejor". ¿Quién se sorprendería si dentro de unos años dijera un científico que el tabaco es bueno para la salud, o que alarga la vida? Por si acaso, yo no me privo ahora de ese vicio. Y soy una chica buena, o al menos lo parezco.

- ¿Qué es mejor, Julia? ¿Ser una chica buena o estar buena?

- Yo creo que es mejor que todo el mundo piense que eres una chica buena, aunque de mí, en un periódico de La Rioja, dijeron que estaba "entre lo virginal y lo perverso", y me gustó el piropo.

- ¿Hasta dónde puede llegar tu virginidad y hasta dónde puede llegar tu perversión?

- Hasta donde me dejen los demás. Yo soy buena gente aunque tengo malos ataques de genio y aunque lo parezca no soy persona fácil. De todas formas, con cara de buena chica se llega mucho más lejos.

- ¿Puedes ser muy mala si te lo propones?

- Más que mala, sorprendente.

- ¿Te reconoces a ti misma en la pantalla de televisión?

- Totalmente. Y creo que me ha ido bien en los medios de comunicación por mostrarme siempre como soy.

- ¿Te viene el oficio de casta?

- Bueno, mi padre es músico y yo llegué a Barcelona a los tres años desde mi Lugo natal para instalarme en la misma calle que vivía Serrat, en Pueblo Seco. Siempre quise ser periodista, pero estudié filología hispánica porque una profesora a la que respetaba y admiraba mucho me aseguró que estaría mejor preparada para manejar el idioma siendo Filóloga.

- Siendo del mismo barrio, serás una admiradora de Serrat.

- Me encanta, y creo que nadie le canta a lo cotidiano tan bien como él. Además... ¡qué preciosa letra le ha escrito a la luna para su último disco!

Julia Otero se lleva a los labios un sorbito de un café que ya está frío, habla de Gonzalo de Berceo, del Arcipreste de Hita y de otros viejos conocidos de su etapa de filóloga hasta llegar a Machado, al que tararea con la música de Serrat si bien reconoce después que la canción que no se quita de los labios es el "Lía, lía" que le escribió Cano a Ana Belén para su reaparición en solitario, y que sólo un relato de Carmen Martín Gayte -"de la que soy una 'fan' enloquecida"- podría dejarle mejor sabor en el paladar que un terrón de azúcar, su droga preferida. La referencia literaria es inevitable y le pregunto:

- ¿Tú te encierras en "El cuarto de atrás" "Entre Visillos" o te recluyes en "El balneario"?

- Por supuesto -responde, sin dudarlo y casi complacida-: yo también tengo en mi vida ese cuarto de atrás que está entre visillos y donde no dejo entrar a nadie, porque en el balneario, al fin y al cabo, siempre puedes coincidir con cualquier conocido y tener que ajustarte la bata...

- ¿Rezas alguna vez en el cuarto de atrás, Julia?

- No. Yo soy creyente pero me entiendo a solas con Dios y no voy a verlo por caminos trillados ni de la mano de intermediarios.

- ¿Sabrías describirlo?

- Creo que es un señor muy tolerante y bondadoso que nada tiene que ver con el Dios terrible y vengativo que nos pintaron en nuestra infancia.

- ¿Dónde te educaste tú?

- En un colegio de monjas, como casi todas las niñas de mi generación.

- ¿Te has sentido alguna vez "Doña Inés"?

- Prefiero sentirme la señorita Julia.

No quiero despedirme de Julia Otero sin esbozar sobre nuestro encuentro un relato de ciencia-ficción, y como el pianista ha dejado de interpretar a Aibinoni para rascar con sus dedos por "La guerra de las galaxias", le pregunto finalmente:

-¿Dejarías a tu marido, al que tanto amas, por un señor de tres metros que bajase de un platillo volante?

- Se libraría dentro de mí misma una guerra interior entre la aventura y la curiosidad, que tanto me tientan, y mi lado conservador, que agarra con todas sus fuerzas lo ya experimentado, lo ya conseguido. Y no sé quién ganaría esa guerra...

- ¿Cuál es tu signo del Zodíaco?

- Tauro.

- ¿Y embistes bien?

- Embisto bien, aunque a veces me corto. En general soy muy lanzada aunque llegue al estoque cojeando...

Julia sale del coso del diálogo sin sangrar por el cuerpo ni por el alma y con el portafolio de cuero en la misma mano. Quizá guarda en él la última carta de amor, pero eso no lo sabremos nunca. El cielo de Madrid está despejado y arriba nos guiña la luna.

Test para Julia

- ¿Qué aparato conectas cuando te levantas?

- La radio, para salir con ella al mundo.

- ¿Por qué página comienzas a leer el periódico?

- Por los titulares. Pero luego me paso a la última.

- ¿Qué noticias te interesan más?

- Las que me pasman, las que me dejan sin aliento.

- ¿Sabes arreglar un enchufe?

- Perfectamente. Y de pequeñita aprendí a cambiar los plomos.

- ¿Y enchufarte?

- Eso no. Y la prueba es que llegué a la tele por un "casting".

- ¿Vino o cerveza?

- Soy abstemia.

- ¿A quién tuteas y a quién le hablas de usted?

- No es una cuestión de edad, saber ni gobierno. Es una cuestión de piel.

- ¿Qué flor llevarías en tu solapa?

- Una rosa.

- ¿Qué le regalarías al hombre amado?

- Un perfume, porque, no hay nada más comprometedor.

- ¿Tierra, mar o aire?

- Tierra, porque aunque me haya criado junto al Mediterráneo, soy de Monforte de Lemos.

- ¿Al paso, al trote o al galope?

- Al galope, porque al paso salen agujetas y al trote dan calambres.

- ¿Tienes miedo a volar?

- No.

- ¿Sabes nadar y guardar la ropa?

- Nado con los encajes puestos.

- ¿Qué pecados capitales te perdonas?

- La gula y la lujuria.

- ¿Tienes una meta?

- No, es muy aburrido.

- ¿Eres hincha de algún equipo?

- No, de ninguno. Y me parece bastante ridículo que la gente, se apasione viendo correr a veintidós señores en calzoncillos, detrás de un balón.

- ¿A dónde te suelen mirar los hombres?

- A las piernas y a la boca.

- ¿Te gustaría cenar en "La Bodegulila"?

- Si hay buena comida y buena conversación, ¿por qué no?

- ¿Tienes algún carnet que no sea obligatorio?

- Sólo tengo el carnet de identidad, y creo que está caducado.


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