La Vanguardia, 24 de febrero de 2021

Pilar Rahola

Hay un momento en la vida en que, como dice Cuní, de todo ya hace mucho. Y hace tanto, que la percepción del tiempo se vuelve acuosa, difusa, como si fuera una gelatina sin fechas, ni lugares precisos, solo el fluir inexorable de los años.

Lo pienso ahora que intento recordar cuándo conocí a Julia Otero, dónde fue, en qué circunstancias, quizá en la universidad, donde estudiábamos juntas, o en nuestras primeras épocas periodísticas, o, vete a saber, porque tampoco es importante. Pasados los años, lo que puedo decir es que la conozco desde siempre. Sencillamente, forma parte del libro de mi vida. Hemos trabajado, reído, viajado, nos hemos hecho confidencias, nos hemos ilusionado y nos hemos asustado juntas, hemos luchado por causas comunes, los derechos de las mujeres, los valores progresistas, la defensa de los animales..., y a veces también nos hemos alejado, porque así son las amigas, pasos compartidos, en caminos diversos. Y durante todos estos años, la constancia de una estima y un respeto profundos. Julia Otero es una gran mujer, una excelente periodista y una magnífica persona, y solo puedo decir que me resulta un gran honor tenerla como amiga. Forma parte de ese tipo de personas que intentan transitar por la vida con gran dignidad y, en su caso, lo consiguen.

Con esa misma dignidad ha gestionado la mala noticia que ha recibido: “La palabra cáncer da miedo, pero la pronuncio en primera persona desde hace seis días”. Y así hemos sabido cómo, en un control rutinario, le han aparecido “células egoístas” que la obligan a estar un tiempo fuera de la radio para someterse a sesiones de quimio y radioterapia. Al despedirse de sus oyentes ha dicho: “Lo superaremos. La estima y la bondad son el mejor pronóstico. Muchos besos”. A partir de aquí, esta mujer indomable que día a día, durante décadas, ha levantado la persiana de sus exitosos programas de radio y televisión, y siempre ha dejado una huella de trabajo bien hecho, tendrá que lidiar con una enfermedad depredadora, y estoy segura de que lo hará con el empuje y la fuerza que siempre ha demostrado. Será la “mujer de las mil batallas” que describe Manuel Carrasco en su preciosa canción en homenaje a los valientes que luchan contra la enfermedad.

Acabo como he empezado, sin ningún objetivo preciso. Más que un ar­tículo, esta columna quiere ser una pequeña carta de estima y compañía a la amiga y, también, a la periodista que tanta estima y compañía da diariamente a miles de personas. Con ella estaremos en este arduo camino y con ella celebraremos la batalla vencida.

 


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