EFE, 10 de abril de 2013

La escritora Ana María Matute, que hoy ha presentado en Barcelona la reedición de sus cuentos infantiles, ha dicho que desde pequeña ella se dio cuenta de que "Caperucita Roja era una niña tonta, porque todos nos acostamos con el lobo, pero no lo confundimos con la abuela".

Por Jose Oliva

En un acto multitudinario, conducido por la periodista Julia Otero, Matute ha comentado que "la corrección política ha matado a los cuentos infantiles".

Ha sido entonces cuando ha señalado: "desde el principio, supe que Caperucita era idiota y también los niños tienen que saber que hay niñas idiotas".

"En el fondo, -ha añadido- todos hemos podido o nos hemos acostado con el lobo, pero nunca le hemos confundido con nuestra abuela".

A lo largo de 2013, Destino publicará los nueve cuentos infantiles de la autora con los que han crecido generaciones de lectores durante más de 50 años.

La presente edición, que se inicia con "Sólo un pie descalzo" y "El saltamontes verde", puede ser considerada definitiva pues los textos han sido revisados por ella misma y con nuevas ilustraciones de Albert Asensio, que, en palabras de la editora, Silvia Sesé, "ha tenido que pasar el duro 'cásting' de Matute".

En septiembre, Destino publicará "Paulina" y "Caballito loco"; en octubre, "El país de la pizarra", "El aprendiz" y "El polizón de Ulises"; y antes de acabar el año "El verdadero final de la Bella Durmiente" y "Carnavalito".

Admite que habitualmente se asimila la palabra cuento al lector infantil, pero Matute atribuye este equívoco a que "el español no leía habitualmente y el único contacto que tenía era con los cuentos que les contaban las viejas y por eso la palabra 'cuento' llevó consigo el aditivo de infancia, de ignorancia, de inocencia".

Detrás de su apariencia frágil y venerable y su voz dulce, se esconde una autora dura, porque como ella misma dice, "que estén destinados a los niños no quiere decir que los cuentos tengan que ser blandos. Los niños tienen que saber desde el principio que la vida hay que ganársela".

Los protagonistas de estos dos primeros cuentos, el niño mudo Yungo, y Gabriela, la niña que siempre perdía un zapato, son niños a los que les falta algo y eso, comenta la editora, los aleja de la realidad.

"Una de las aportaciones vitales de los cuentos de Matute es la revelación de que esas carencias, cuando se viven de manera singular, dejan de ser una desventaja y se convierten en oportunidad", repone Sesé.

Matute, que rara vez relee su obra, se da por satisfecha con haber hecho feliz a alguno de sus lectores.

Dulce, pero también socarrona, ha comenzado el acto pidiendo a Julia Otero que la tuteara: "El trato de usted me envejece".

La escritora barcelonesa se ha referido también a la hipocresía, algo que no debe ser tan malo, porque "sin ella, seríamos entonces unos maleducados espantosos".

Se ha mostrado de acuerdo con las palabras que recientemente le dedicaba el director de la Real Academia, José Manuel Blecua, que decía que Matute pasaría a la historia por su aportación a los cuentos. "Me encuentro muy a gusto escribiendo cuentos, pues no hay mejor manera de decir tanto sin molestar mucho al lector".

Ha tenido palabras de reconocimiento a su amigo José Luis Sampedro, muerto en Madrid hace dos días a los 96 años.

Cuando Otero le ha recordado que la muerte de Sampedro fue una lección -se produjo después de tomarse un granizado de Campari-, ella ha repuesto: "A mí me pasará, pero con un gintonic".

Al hilo de la muerte de Sampedro, Matute se ha referido a esa circunstancia "anormal" de la vida, la muerte: "Ser viejo no está tan mal, pero lo peor es que te quedas sin la gente de tu mundo, no sólo los familiares, sino también los amigos, que los escoges tú; y editores, periodistas y escritores, todos los que han formado tu mundo, han desaparecido".

"Aún me queda Caballero Bonald y alguno más", añadió con resignación.

Tras la muerte, la conversación ha llevado a Matute a referirse al más allá y ella misma ha recordado que fue educada en la religión católica, hasta que en su juventud se hizo atea y ahora ha vuelto "a ser creyente, pero no practicante".

Cree en algo posterior a la vida: "un sitio donde irán mis pensamientos, mis sensaciones, algo que las religiones llaman cielo o reencarnación". Pero sí es seguro que no cree en el Vaticano.


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