El Periódico, 8 de enero de 2013

Por Ferran Monegal

Destellos de televisión de calidad. Rarezas. Un Imprescindibles (La 2) dedicado a Ana María Matute. La niña de los cabellos blancos, lo han titulado Julia Otero y David Fontseca, los autores de esta cuidada producción. Homenaje en vida a la escritora galardonada con el Premio Cervantes del 2010. Según muchos, un premio que quizá llegó un poco tarde; como tarde ha llegado esta poética televisiva, realizada hace año y medio, año y medio de descanso en algún almacén de TVE. Pero no seamos cicateros. Celebremos que finalmente llegó. Pinceladas de la vida de una muchacha que había nacido para ser mansa flor de buena cuna, y acabó siendo rebelde, hombreriega, y extraordinaria escritora. «No es que fuera rebelde, ¡es que tenía ideas!», advirtió su hermano José Antonio. Y ella confesó: «Naturalmente, yo no llegué virgen al matrimonio». ¡Ahh! En aquella España pacata de los años 50 eso era tremendo. Sigue transpirando Ana María Matute una sensibilidad especial y permanente que le permite contar -de una forma muy intensa- las cosas que durante la vida ha ido descubriendo. La muerte, por ejemplo. La descubrió en los bombardeos de Barcelona. Hasta entonces para ella la muerte era una palabra inconcreta. Pero vio a un hombre tendido en un solar, un hombre con barba, inerme, con uno de los brazos extendidos a lo largo del suelo, y al final, en su mano abierta, vio que tenía allí un pedazo de pan y un poco de chocolate. ¡Ah! Ana María descubrió a través de esta escena que la muerte es un misterio. Jamás pudo aquel pobre hombre imaginar que no terminaría nunca su merienda.


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