Artículo publicado en el diario El Mundo el 18 de octubre de 1998
Texto: Luis Oz

¿Recuerdan el cartel a la puerta del despacho de Bill Clinton en la campaña del 92? «Es la economía, estúpido», decía. Las tardes de la radio española, con permiso de Miguel Angel García Juez y de Radio Voz, se han convertido en un oligopolio de mujeres. A la puerta del estudio de cada una deberían colgar otro cartel hoy que dijera «son los oyentes, estúpido».

Por si algún español, residente o emigrante todavía no se ha enterado, allá van los teléfonos: Gemma Nierga (Ser), 93-4125161; Nieves Herrero (Radio 1), 91-3462003; Julia Otero (Onda Cero), 91-5386344, y María Teresa Campos (Cope), 91-5951236.

No se puede pedir más. Julia ofrece toda clase de juegos y los mejores artistas. Nieves, un pedazo de humanidad desfigurada y maltratada por la televisión, que mejora notablemente en la radio aunque ella no lo crea. Gemma, las mejores picardías. Ninguna de sus competidoras se habría atrevido a preguntar en vivo y en directo por el cuerpo al que pertenecen los traseros del anuncio. Una pasada. Como cebo, tuvo gracia. «A las siete se resolverá la intriga», anunció Gemma. ¿A las siete? ¿En el boletín de noticias?

María Teresa es mucho más seria: tu madre, tu padre, tu hermana mayor y la amiga que cualquier hombre desearía tener para ir a los toros. Porque sabe de toros casi tanto como Alejo García y de fútbol casi tanto como Julio César Iglesias.

Con la entrada en la guerra de María Teresa Campos, la Cope recupera una personalidad que Mari Cruz Soriano, a pesar de sus muchas virtudes y de su innegable esfuerzo, no pudo devolver.

Su especial del viernes sobre las memorias de Raphael, con él y con Carmen Jara en el estudio, ha sido, posiblemente, lo mejor de su primer mes y medio en antena. María Teresa está ya de vuelta e intenta suplir la falta de medios con toda una red de voluntarios: enviados muy especiales, oyentes que eligen la noticia que más les interesa... Es la radio-participación.

Las cuatro hacen programas de sociedad. Las cuatro apuestan más por lo interesante que por lo importante. Las cuatro necesitan de los oyentes para sobrevivir. Las cuatro, a la misma hora, amenizando las tardes de España, son un lujo, puede que demasiado lujo, para la radio.


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