La Vanguardia, 10 de febrero de 2005

JAIME ARIAS

Josep Borrell, presidente del Parlamento europeo, en su encuentro televisivo con la escritora Lucía Etxebarria, trabado por Julia Otero, tuvo que hacer uso de todos sus recursos pedagógicos para deshacer entuertos respecto al texto de la proyectada Constitución de la UE.

El debate fue útil cuando menos para darse cuenta de las desinformaciones, reales o voluntarias, que entorpecen el conocimiento cabal de los objetivos propuestos, tras dos años de discusiones de los representantes de los 25 países adheridos a los tratados de unificación.

Resultan curiosos los argumentos aducidos por muchos de los que apuestan por el no. Se pronuncian negativamente por pruritos esnobistas muy gauche caviar.Más que nada suenan a tópicos manidos de un extremo a otro de la opinión refractaria al citado texto constitucional. Según se oye estos días, la convocatoria es precipitada, el tratado de Niza era mejor, el nuevo texto no habla de pleno empleo, y se sigue hablando de de compromisos militares e incluso de la OTAN.

Borrell tuvo que recurrir a su reconocida habilidad persuasoria a fin de evitar mayor confusión que la existente. Recordando, ante todo, que el texto actual es en primer lugar una refundición de lo mejor acordado, desde la firma del primer tratado de Roma de 1958. Corregido y aumentado a tenor de las últimas ampliaciones de la Unión que da la casualidad atrae incluso a estados de extrafronteras.

La razón de este éxito es fácil de entender: nadie, después de un siglo de trágicos, bárbaros y sangrientos enfrentamientos, quiere quedar fuera de garantías de convivencia en libertad y democracia y de una región del mundo avanzada que se une más estrechamente, a fin de presentarse con una dimensión humana y un poderío técnico, económico y pluricultural, a la altura de los dos grandes imperios -norteamericano y chino- que dominarán el siglo veintiuno.

La proyectada Constitución no tiene precedentes y prevé una acción social a escala de protección exigible en una economía de mercado competitiva. En cuanto al capítulo de la defensa y seguridad colectiva, es lo más natural en un mundo que aspira a vivir en paz. Siendo la OTAN, la garantía más segura, según se ha demostrado desde su fundación. Sin ella, la Unión no hubiera sido posible. Así les constaba a los padres de la Europa democrática.


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