El Semanal Digital, 10 de febrero de 2005

Guillermo Ortiz

No es que fuera exactamente un debate. Al poco de empezar el programa Lucía Etxebarria reconoció que "votaba socialista" ante las sonrisas satisfechas de Josep Borrell y Julia Otero. Sin embargo, apuntó, aún no sabía qué iba a votar en el referéndum porque "se estaba leyendo el tratado y tenía algunas dudas".

Las dudas eran básicamente las de IU y, como suele ser habitual en esos casos, algunos de los datos estaban mal o cambiados o se referían a cuestiones distintas... Sin embargo, las preguntas de Lucía ponían cada vez más nervioso al presidente del Parlamento Europeo, y es que en favor de la escritora hay que decir que ella sí que estaba calmada, sin ningún tipo de agresividad, explicando las cosas "como se las plantea alguien de la calle".

Ahí puso el dedo en la llaga. Borrell estaba atrapado: no podía insultar sin más porque se trataba de "alguien de la calle", así que tenía que explicar, pero... ¿tendría paciencia para tanto? No, no la tuvo. Si Lucía hablaba de uniformidad fiscal, Borrell decía que eso daba igual porque de todas maneras antes de la Constitución tampoco la había, si Lucía hablaba de los problemas del pleno empleo tras la ampliación, Borrell decía que eso daba igual porque ya estaba en la Constitución de cada país, si Lucía hablaba de la pérdida de poder de España en el Consejo, Borrell la acusaba, paternalista, de "no ser suficientemente de izquierdas".

Vamos, que para convencer a Lucía Etxebarria de que no se podía votar "no" porque la Constitución Europea no es la culpable de los problemas que surgirán en la Europa del futuro, vino a insinuar que tampoco sería la responsable de las soluciones. Es decir, con tanto "eso da igual, lo que cuenta es el espíritu" demostraba que el texto concreto, la propuesta redactada que se nos presenta el próximo 20 de febrero, no servía para nada sino para reafirmar esa cosa tan esencialista que consiste en "ser europeos" y que a veces suena tan vacío como el "ser vasco" o "ser corso" por encima de las normas concretas de convivencia que se establezcan.

La guinda sin embargo la puso Borrell al intentar refutar que la convocatoria del referéndum fuera precipitada. Si ya repetidas veces había acusado a Lucía de "ir demasiado al detalle", al final desbarró por completo al decir: "Es que tampoco hace falta que la gente se la lea entera, como tampoco se lee uno el Estatuto de su autonomía". Fantástico. O sea que hagamos como Los del Río, un acto de fe, y la aprobemos sin más. ¡Leerse la Constitución Europea antes de aprobarla!, ¡qué atrevimiento!

Y la sonrisa de Julia Otero, congelada.


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