Levante, 6 de febrero de 2005

FERNANDO G. DELGADO

Para hacer un programa plural, no sólo desde el punto de vista de las ideas sino también de los gustos, mi admirada Julia Otero lleva a Las cerezas, de TVE, a personajes muy diversos. Si un día fue el ministro de Defensa y un torero, otro día invitó al líder de IU y a una actriz. Pero la semana pasada tuvo con ella a la derecha política, Ana Botella, y esta semana a la señora de Ruiz Mateos, derecha tradicional y social; dos mujeres de un mismo ámbito pero de distintas generaciones. Y a una y a otra las acompañó un cantante, de derechas ambos, pero con algunas notables diferencias en cuanto al valor artístico de cada uno. Con Botella estuvo un genio de la voz, Plácido Domingo, y con la cónyuge de Ruiz Mateos un paisano muy majo que también canta, Bertín Osborne. Las amables conversaciones de Julia con ellos se ajustaron a las capacidades de cada uno, sin invitar a la señora de Aznar a teorizar sobre nada, ni comprometer a Plácido Domingo con lo que no fuera lo suyo. Y a la hora de hablar con la señora de Ruiz Mateos tampoco pretendió un repaso a las ideas, sino conversar con ella en plan doméstico como con la mayor de tus tías o con tu dulce abuela. Dar mayor vuelo a la charla con Bertín tampoco era adecuado, de modo que bastaba con el contraste generacional entre dos representantes de dos generaciones de dos familias tradicionales de ricos. Con el añadido, eso sí, de alguna picardía, como gusta ahora de hacer con los guapos la guapa Julia. Pero al acabar, fue Bertín el que se identificó políticamente por si no se le tuviera identificado por sus amistades de pádel. Satisfecho con el encuentro, le mostró a Julia su sorpresa porque le habían dicho que ella era una rojelia, que es como llaman los fachas a la gente de izquierdas en plan simpático. Y resulta que no lo parecía, según él, porque había estado muy normal. O sea: porque no escupía.


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