El Periódico, 28 de octubre de 2004

Ferran Monegal

No está mal elegido el título: Las cerezas. ¡Ah!, sí señora. Ser la remenadora del cesto de las cerezas es lo que cuenta en la vida. Julia Otero llega a TVE-1 remenando. Sabe que la necesitan. Es una imagen creíble. Y qué hermoso decorado le han montado. Un salón estilo pérgola o exquisita celosía. Aire colonial. Vigas de madera y ventanales a un jardín. Césped y arbolitos. Y ella con el capazo de cerezas bien cogido. Primera sacó dos muy sugestivas: Felipe González y Jordi Pujol. O sea, dos buenos huesos desgajados del cerezal de la política. Dos jubilados de lujo. "¡Jubilado viene de júbilo!", exclamó Felipe enardecido. Sí señor: la jubilación de quien ha sido presidente es superlativa. Jubilarte de lampista es otro asunto. Fue más de una hora de conversación. Divertida, locuaz, relajada, interesante. Pero la mejor pregunta quedó sin contestación. Fue cuando Julia se interesó por saber cómo llevan eso de asistir inermes, desde casa, a la destrucción del proyecto político que impulsaban cuando eran presidentes. O sea, el papel de los hereus, que quizá dilapidan el legado recibido. Una hipótesis, naturalmente. Pero de calado muy profundo. No hubo respuesta alguna. Pusieron ambos cara de póquer. Y enfilaron otros derroteros, más agradecidos. Luego siguió Julia metiendo mano en el capazo. Y fue sacando más cerezas: David Cal, José Coronado, Álex de la Iglesia, Rosa de España, Eduardo Noriega, Luz Casal, Guillermo Toledo. Mucha cereza para el primer día. Para evitar el empacho, salpimentó Julia el atracón con una salsita que conocemos bien aquí: un poco de Set de notícies, de Minoria absoluta, de La columna, algún gag inspirado en otros programas (El show de Flo, o el exitoso Vaya semanita, de Euskal Telebista). Con este condimento la cereza pasó a ser confitura, que siempre es más fluida. Digna alternativa, y muy entretenida, a la negritud televisiva que a esas horas la audiencia sufre.


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