La Vanguardia, 26 de febrero de 2004

JOSEP M. BAGET HERMS

Se dice que Bill Clinton ganó las elecciones presidenciales de 1992 gracias a su participación en “talk shows” y programas de medianoche de la TV norteamericana. De ser un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de sus compatriotas, Clinton pasó a convertirse en una figura mediática por su facilidad para comunicar sus mensajes a las más amplias audiencias. En nuestro país, tanto Mariano Rajoy como Rodríguez Zapatero se esfuerzan también por intervenir en programas no específicamente políticos o informativos a fin de llegar a aquellos votantes que forman parte de ese numeroso sector que en las encuestas se definen como indecisos (“no saben, no contestan”).

Los políticos se acomodan a las leyes del espectáculo –del guión, podríamos decir– y además de dar a conocer sus programas han de mostrarse reactivos a las posibles sorpresas que se les reservan. A Rodríguez Zapatero le vimos hace poco en “La columna” contestando a las preguntas de Júlia Otero y ayer le tocó el turno a Mariano Rajoy, que el día antes se había sometido al fuego cruzado de los periodistas de la tertulia de “Día a día”, de M.ª Teresa Campos. Y el líder socialista, a su vez, había intervenido en “La noche de Fuentes”, que por cierto empieza casi de madrugada.

En “La columna”, Rajoy adoptó un talante serio y equilibrado, dialogante pero firme en sus posiciones ante el cerco de preguntas de Júlia Otero, donde no faltaron algunos momentos de tensión. No está el horno para empanadas gallegas. Sólo ante el cuestionario de Pitu Abril empezó a relajarse y sacó alguna pincelada de su humor cuando, por ejemplo, reconoció que se había olvidado de felicitar a Aznar con motivo de su cumpleaños o reveló una versátil preferencia futbolística que le permitió quedar bien con casi todos, incluso el Barça. A la hora de elegir pareja para tomar un café, en cambio, el señor Rajoy fue menos galante que Rodríguez Zapatero y no optó por su bella paisana: le esperaba el avión para adentrarse en las tierras extremeñas del virrey Rodríguez Ibarra.


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