Decía Shimon Peres que un líder político debe optar entre ser una estrella o un héroe. Si elige el primer camino, bastará encargar un sondeo para saber cómo complacer a los electores; si opta por lo segundo, hará lo que crea correcto, aun a sabiendas de correr riesgos.

El secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, intenta la combinación de ambas actitudes, un ejercicio virtuoso sólo al alcance de los cráneos privilegiados. Someterse a unas elecciones primarias poniendo su posible candidatura a la presidencia del gobierno en manos de las bases de su partido le honra y aumenta su estatura de líder. Pero todo lo estropea al amenazar con marcharse del cargo si los afiliados lo quieren para secretario general pero no competir con Aznar. Pondrá Almunia los argumentos que sea (ya los hemos oído antes a Redondo Terreros compitiendo con Rosa Díez en Euskadi), pero suenan o a pataleta o a amenaza. Y no se sabe qué es peor, si lo uno por antiestético o lo otro por poco ético. ¿Quién mandó al PSOE meterse en el jardín de las primarias? Si van de héroes, estrenando procesos con los que ningún partido en España se ha atrevido, que asumen los riesgos. Si, al contrario, van de estrellas sólo de cara a la galería, ojo, no vayan a estrellarse.

Los méritos de un buen organizador no siempre coinciden con los del candidato electoral. Unir la suerte de ambos en una sola persona es negar la esencia misma de unas elecciones primarias.

Mañana es el cónclave socialista; o hay fumata blanca con más de un nombre o creemos que el Espíritu Santo habrá hecho de las suyas.

Julia Otero
Periodista


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