Editorial del 30 de enero de 2023

Cuando se hizo pública la sentencia de la llamada "manada" de Pamplona cundió la alarma y la indignación. Los violadores en principio fueron condenados por abuso sexual, no por agresión sexual. Como la víctima, presa del terror, no se opuso, la justicia consideró que aquel delito no llegaba a ser siquiera agresión.

Fue tal el rechazo social que el propio gobierno de Mariano Rajoy convocó de urgencia una comisión para revisar las penas sobre los delitos sexuales. Luego llegó la moción de censura y el gobierno de Pedro Sánchez, que se puso manos a la obra. Así nace la promesa electoral antes y la ley después del Sí es sí.

La ley pone el consentimiento de la mujer en el centro, o sea, un silencio basado a veces en el terror, no es un sí. Solo un sí es sí. Hasta ahí todo bien. E imprescindible. Ocurre, sin embargo, que el legislador cometió un error en esa ley y no calculó efectos indeseados que se han ido produciendo como lluvia fina e hiriente desde que entró en vigor. 280 rebajas de condena son la evidencia de que algo se hizo mal. Por fin esta mañana el PSOE ha anunciado que registrará en el Congreso una proposición de ley para ajustar las penas y revertir esos "efectos indeseados" aunque han recalcado que no se modificará lo mollar, que es el consentimiento. Y hay que estar vigilantes para que así sea y no volvamos a cuando los jueces podían preguntar a la víctima si había cerrado lo suficiente las piernas o si la falda era muy corta.

Por cierto que los que ahora corren a ponerse medallas en la defensa de las mujeres fueron los mismos que dijeron cuando la ley del sí es sí se aprobó, que era una norma que criminalizaba a los hombres. Incluso hubo una portavoz que bromeó con aquella frase inolvidable de “¿ustedes van diciendo sí, sí sí hasta el final?".

Vamos a debatir sobre esta corrección de la ley en el Gabinete. ¿Es una solución efectiva? ¿Se ha tardado demasiado en actuar?

 


Política de Privacidad Política de Cookies © 1998-2024 juliaotero.net