Editorial del 24 de mayo de 2022

El doble rasero o la doble moral se refiere a la permisividad o dureza de las leyes según se apliquen a un individuo o grupo, o a otros. La anatomía de un embudo describe con claridad meridiana lo que provoca esa doble moral: parte ancha para unos, la angosta para otros.

Bien, Macarena Olona será candidata en las elecciones andaluzas. La candidata de VOX no es andaluza ni vive habitualmente en Salobreña, como reconoció su propio casero. Pero aún así, la Junta Electoral de Granada entiende que su empadronamiento es un "acto administrativo en firme" y que "resolver de otro modo comprometería garantías constitucionalmente reconocidas". Bien. Nada que objetar.

Pero la decisión contrasta con la tomada hace apenas unas semanas, cuando la Junta Electoral dejó fuera a Podemos de la coalición de izquierda, por haberse presentado catorce minutos fuera del plazo legal. Imaginemos todo igual pero con protagonistas intercambiados. ¿Les parece posible? ¿es más les parece probable?

La igualdad ante la ley es la piedra angular de las sociedades democráticas, aunque la evidencia de que unos son más iguales que otros lo comprobamos diariamente. Cada caso de impunidad -y en Sanxenxo la hemos visto pasearse- alimenta la impresión de doble rasero. Más allá de casos concretos, que podemos repasar, nos parece interesante analizar la capacidad destructora y desactivadora de la doble moral sobre la sociedad.

 


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