Editorial del 30 de marzo de 2022

Les cuento el contenido de una viñeta por si no la han visto: representa a una mujer con el brazo en cabestrillo y a un juez que se dirige a ella diciendo: ¡Cómo la voy a creer si está usted viva!.

Es humor negro, desde luego, que se usa para denunciar el escepticismo con el que muchas veces se enfrentan las denunciantes de violencia machista. El cartel se exhibía en una estación en Palma y anunciaba una exposición de su dibujante, patrocinada por el Ministerio de Igualdad y el Instituto Balear de la Mujer. Esa viñeta ha resultado indigerible para las Asociaciones de Jueces e incluso la ministra de Justicia, que han considerado que es una crítica injusta y que puede desincentivar las denuncias.

En 1995 se eliminó el delito de desacato a los jueces. Desde ese año, las injurias o insultos a jueces tienen la misma consideración que si se profiriesen a otros colectivos. Más allá de lo que nos parezca su contenido, su oportunidad, o quién lo promueve –que también lo abordaremos- nos preguntamos si la polémica hubiera surgido igual si la crítica se cebase en periodistas, políticos o vendedores de fruta. ¿Hay colectivos con la piel más fina? ¿Es lógico que sea así para proteger ciertas instituciones? ¿Es mal síntoma?

 


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