Editorial del 23 de noviembre de 2020

La imagen de la Corona española no pasa por su mejor momento. Como en el cuento del traje nuevo del Emperador, ahora la ciudadanía está descubriendo que el Rey emérito va desnudo, o peor aún , vestido con un abrigo de leopardo de las nieves, cuya caza está prohibida desde 1975.

Ayer Salvados se preguntaba por qué duró tantos años el pacto de silencio para proteger al monarca, con entrevistas a figuras destacadas como Alfonso Guerra, José Manuel García Margallo o José Bono, que entonaron cierto mea culpa, aunque el exvicepresidente del Gobierno se mostró convencido de que esta crisis de credibilidad no afectará al futuro de la monarquía en España.

También el historiador e hispanista, Paul Preston, nada sospechoso de edulcorar la historia, acaba de decir que "ser jefe de estado neutral en un país tan conflictivo como España era un desafío muy difícil y que eso lo hizo de maravilla". Pero "eso" no disculpa lo otro, aunque cree Preston que en la Historia pesará más el legado democrático que los chanchullos y corrupciones varias.

Nos parece interesante debatir sobre el papel de la prensa y la política en el control de la monarquía. ¿Hubo fe ciega en Juan Carlos I? ¿O había demasiado en juego en aquel momento? ¿Fue el rey en su papel de embajador comercial de España el que no supo resistirse a hacer negocios privados?

Nos lo preguntaremos en el Gabinete con Juan Manuel De Prada, Ignasi Guardans y Estefanía Molina.


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