Editorial del 6 de diciembre de 2016

Ya tenemos el nuevo informe PISA correspondiente a 2015. En los exámenes de la prueba internacional más importante, los niños y adolescentes españoles quedan en mejor lugar que en los informes anteriores.

Estamos, por primera vez, en la media de los países desarrollados. Para ser exactos, mejoramos dos puntos en matemáticas, empeoramos tres en ciencias, y avanzamos 7 en comprensión lectora. El avance es tímido si tenemos en cuenta que la media general en los países de la OCDE se ha resentido en estos años de crisis económica, así que lo de España no es tanto una subida como bajada de los países que teníamos por delante. También podríamos haber bajado nosotros y no lo hemos hecho, así que celebremos el dato. Mejor le ha ido a Portugal que venía de más abajo y en dos años ha escalado 30 puntos en el ranking y nos ha pasado por delante, demostrando que si hay voluntad política hay resultados.

Ahora bien, es demoledora la brecha dentro de España entre comunidades del norte y del sur. Y no vale solo la explicación de la riqueza y el PIB, porque en el Norte hay también comunidades pobres con mejores resultados que las comunidades ricas. Para que se hagan una idea: hay diferencias de 50 puntos entre unas y otras, o sea más de un curso y medio.

Los gobernantes de esas autonomías deberían sentirse apelados por esos malos resultados. Y, en su defecto, debieran tomar nota los electores.


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