Editorial del 5 de diciembre de 2016

El 2016 agota los últimos días y tanto la crónica periodística como los libros de historia dejarán escrito cómo se ha llevado por delante a todos los líderes occidentales que hace solo unos meses se sentaban en la cima del poder.

Dos líderes europeos, David Cameron y Matteo Renzi, unieron su suerte a referéndums en su país. Creyeron que haciéndolo apuntalaban el sí, pero la historia demostró que su autoestima estaba injustificada. El pueblo votó No, Cameron se fue a su casa tras el Bréxit, y Renzi ha hecho hoy lo mismo en Italia.

El parte de bajas no acaba en Gran Bretaña e Italia: Hollande, el presidente francés ni siquiera se presenta a la reelección, cosa que jamás había ocurrido en el Elíseo, que un presidente se apeara voluntariamente del poder. Otra víctima es Barak Obama: él no podía repetir pero su legado sí podía continuar y afianzarse si Clinton estuviera en la Casa Blanca. Con Trump, caerá como un castillo de naipes.

Así que a día de hoy solo Angela Merkel sobrevive al vendaval político en Occidente. Bueno, ella y Mariano Rajoy, que por incomparecencia del PSOE, y agotamiento de todos los demás, se ha convertido en otro superviviente del establishment europeo.

En ese escenario en que la ley de Murphy triunfa, ya saben, todo los susceptible de empeorar, empeora, es una buena noticia el resultado austríaco. La repetición de las elecciones ha dado el triunfo al candidato europeísta. Se lo han dado las mujeres y los jóvenes, por cierto.


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