Editorial del 4 de noviembre de 2016

Ayer Rajoy nos hizo la cobra y tuvimos que despedir el programa sin conocer al nuevo gobierno. Ahora salía Rajoy, como han hecho todos los presidentes y él mismo hace 5 años, a dar los nombres. Después ya no y, finalmente, Moncloa emitió una nota con la buena nueva.

En realidad, nueva, poca y buena, el tiempo dirá, aunque no hay más que escuchar a aquellos que han auspiciado el gobierno de Mariano Rajoy -Ciudadanos y socialistas- para comprobar que no se las prometen muy felices. Para los de Rivera, es un gobierno continuista, o sea, hecho con los mismos mimbres que cuando el PP gozaba de mayoría absoluta. Para la Gestora del PSOE, muy marianista y con nula capacidad de diálogo.

No hay independientes, no hay cambios en el organigrama o estructura, no se visualiza que Rajoy haya entendido que su situación en esta legislatura no se parece en nada a la anterior.

El presidente ha resuelto los asuntos de familias -las que conviven dentro del PP-, ha equilibrado fuerzas entre sectores enfrentados, no ha complacido especialmente a ninguno de ellos ni lo ha agraviado y, sobre todo, no hay delfín alguno que pueda hacerle sombra. Un gobierno a la medida de sus necesidades. Las de España, al parecer, pueden esperar.

Rajoy, pese a su exigua mayoría, tiene el botón nuclear de nuevas elecciones, eso que espanta a sus socios de investidura, hasta dejarles neutralizados.


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