Editorial del 31 de agosto de 2016

Rajoy ha vivido hoy el calvario que sufrió hace unos meses Pedro Sánchez, es lo que tiene una investidura sin premio final, o sea sin investidura. Hay que encajar muchos golpes a cambio de nada, bueno sí, de cumplir la legalidad vigente y lo que marca la Carta Magna: que el candidato designado por el rey tiene que pasar sí o sí por ese trance.

Frases enteras que el presidente en funciones espetó en Marzo a Pedro Sánchez, hoy han sido leídas por Sánchez abriendo comillas y aplicando al candidato su propia medicina. De ahí la conclusión del líder socialista, “si fuera usted coherente votaría que no a su propia investidura”. Rajoy respondió que pésimo es peor que malo, adjetivo que ha dirigido a Sánchez aunque también es verdad que empezó su intervención con un claro “He entendido todas las partes del NO”.

Entendidas todas las manifestaciones oídas hoy en el Congreso de los diputados, parece clara una cosa: si hay en los próximos meses un presidente investido del Partido Popular será porque o Rajoy o Sánchez han tirado la toalla. Rajoy aguanta pese a que incluso su socio Rivera le haya repetido hoy desde la tribuna que él hubiera preferido otro candidato. Y Sánchez aguanta a pesar de algunas baronías de su partido y de la opinión de los grandes mamuts del PSOE.

Esto se parece cada vez más a un duelo: uno de los dos debe morir políticamente. Si el sacrificado es Rajoy el PP puede resucitar; si el sacrificado es Sánchez, el PSOE cava su tumba.


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