Editorial del 6 de julio de 2016

El presidente en funciones comprueba a diario los efectos demoledores de la mayoría absoluta de la que disfrutó durante 4 años sobre todos sus adversarios políticos.

Hoy ha recibido a vascos y catalanes, cosa que ya es noticia en sí misma -y buena-. Posturas alejadas, tan alejadas durante 4 años y medio, ha dicho Aitor Esteban, portavoz del PNV, que no se puede arreglar en un rato de charla.

Más contundente ha sido Esquerra Republicana, como era previsible, al afirmar que jamás investirían a Rajoy como presidente. Con el “no” republicano catalán ya contaba Rajoy; con el del PNV, de momento, también, pero tendrá que esforzarse en explorar caminos, los mismos que pudo encontrar José María Aznar en otro momento de la historia, cuando aún ETA estaba en activo. Corría la década de los 90 y Xavier Arzallus dejó para la historia la frase de que había sido más fácil negociar con Aznar que con Felipe González.

No será fácil que los adversarios perdonen el rodillo de los últimos 4 años, pero ahora sí, Rajoy no tiene otro remedio que arremangarse.


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