Editorial del 24 de mayo de 2016

Desde las 5 de la madrugada la gerdarmería francesa registra la sede de Google en París. Al gobierno de François Hollande se le ha acabado la paciencia con el gigante americano al que reclama 1.600 millones de euros en impuestos atrasados. Los avisos por las buenas no han funcionado hasta ahora y la policía francesa se ha presentado de madrugada en su sede parisina.

Google, como Facebook o Amazon son sistemáticamente acusados de evasión fiscal, pero lo cierto es que nadie se atreve a ponerle el cascabel al bicho. Los evasores le llaman a su gestión económica “optimización fiscal”, lo que viene siendo un robo descarado a la Hacienda de los países en los que se lucra facturando miles de millones.

La “pillada” si me permiten la expresión ha sido la propia publicidad de Google en la que ofertan puestos de vendedores de publicidad en Francia, cuando ellos siempre alegan que esa actividad se hace en Irlanda. ¿Por qué en Irlanda? Porque allí el impuesto de sociedades es el más bajo de la unión europea, un 12 y medio por ciento.

Nos preguntamos por qué Europa tolera semejante competencia desleal en uno de sus miembros y hasta cuándo va a durar esta actitud indecente del “laissez faire” a las grandes compañías. De momento solo François Hollande –ahora que tiene en las calles oleadas de protesta por su reforma laboral- parece haber espabilado.

¿Espabilará Bruselas?


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