Editorial del 2 de mayo de 2016

Se termina la legislatura más breve que sin embargo ha permitido que sus señorías, diputados y senadores, hayan realizado en tres meses 27 viajes al extranjero.

Aún no sabemos cuánto han costado al erario público, porque muchos de esos viajes aún están pendientes de facturación pero si los 4 primeros costaron más de 100 mil euros, es fácil suponer que en total, pasarán del millón de euros.

Justo un día después de que las Cortes fueran constituidas un grupo de diputados marchó a Tokio. También ha habido viajes a Zambia, Mongolia, Nueva York, Luxemburgo, Rumanía, Austria, Dinamarca, Serbia, Bélgica, Países Bajos. 27 en total.

No es que los diputados no deban viajar si es para aprender y/o defender los intereses de sus representados, el problema es que, reventada la legislatura, no parece que podamos extraer ningún beneficio al dinero que nos ha costado tanto movimiento.

Puede que alguno de los viajeros no renueve su acta de senador o diputado, en cuyo caso dirá que “me quiten lo bailado”. Lo malo es que los ciudadanos pagan el baile y luego nos defraudan porque ni siquiera hay orquesta.

Las tentaciones abstencionistas parecen una realidad para muchos españoles. Habrá que vencerlas, pese a todo, si queremos que algo cambie.


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