Editorial del 19 de abril de 2016

Al ministro de economía en funciones, Luis de Guindos, le ha costado reconocer que las cuentas para el 2016 que presentó a toda prisa después del verano no se ajustan a la desviación del déficit que se había pactado con Bruselas.

Aunque el gobierno se comprometió a un déficit del 2.8, esta mañana de Guindos ha reconocido que será casi un punto más, el 3.6%. En una comparecencia en el Congreso de los diputados, el ministro de economía ha llegado a la misma conclusión que cualquiera sin formación económica, que de insistir en la austeridad que marcaban las cuentas, la tímida recuperación pasaría a mejor vida y el crecimiento estaría seriamente comprometido. Los populares han aplaudido a rabiar a su ministro mientras desde el PSOE se le reprochaba que negociase nada con Bruselas sin pedir permiso a la Cámara, en la que ya no están en mayoría.

Desde Podemos se han felicitado de que el ministro admita que la austeridad no funciona y que se haya negociado con Bruselas un déficit más holgado para España, eso que según Alberto Montero, diputado de Podemos, “figuraba en nuestro programa y se nos denostó”.

Estar de facto en campaña electoral tiene estas cosas. Que se lo pregunten a los funcionarios que van a recuperar precisamente ahora el 50% de la paga que les retuvieron en el 2012. La cobrarán este mismo mes de abril. Los ajustes severos se quedan para cuando haya gobierno. Y serán de aúpa.


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