Editorial del 2 de marzo de 2016

Que el bipartidismo ha muerto lo sabemos desde el 20 de diciembre. La sesión de investidura vivida ayer y hoy ha dado fe de que ya nada es cosa de dos. Había más expectación por ver el estreno de los líderes emergentes que por asistir al discurso del candidato Sánchez y sobre todo, al del “declinador” Rajoy. El candidato socialista no parece haber adquirido el empaque de presidente en ambas sesiones, pero el popular en cambio, sí ha abonado la imagen de presidente saliente.

Pablo Iglesiasy Albert Rivera han satisfecho con nota la expectación de su estreno, y han estado moderamente delicados entre sí sobre todo si lo comparamos con lo que ambos han dedicado a sus grandes competidores, o sea PSOE y PP, respectivamente.

Como no hay peor cuña que la de la misma madera, la máxima dureza en la Cámara la han empleado Iglesias contra Sánchez y, sobre todo, Rivera contra Rajoy, al que lo más suave que llamó fue perezoso.

Pedro Sánchez y Albert Rivera se han colocado en el centro del tablero, se han repartido los papeles de modo que uno se ha dedicado a Podemos y el otro al Partido Popular. Veremos cómo mece esa estrategia el paso de los días. Podría ser que los sondeos erosionen lo que hoy parece firme.

Los que crean que en nuevas elecciones se podrían dar un morrazo, igual descubren las bondades de una oportuna abstención para una legislatura que, en cualquier caso, será corta.


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