Editorial del 28 de enero de 2016

Entre el silencio clamoroso que acompaña a las filas populares, y el estruendo de declaraciones que se produce en las filas socialistas, debiera existir un punto intermedio más razonable. Mientras nadie en el PP se atreve a decirle a Rajoy que deje paso a otro candidato popular, en el PSOE nadie calla ni le ahorra una sola presión a Pedro Sánchez.

La situación de parálisis es tal que el comité federal de los socialistas se va a convertir este próximo sábado en la reunión más determinante de los últimos tiempos. No se recuerda ninguna ocasión anterior en la que el presidente de un partido dependa de la decisión de la ejecutiva de su rival histórico.

En medio, Pablo Iglesias quiere poner fecha a la negociación y dice sentir vergüenza por Felipe Gonzalez -de alguna forma tenía que devolverle su calificativo de leninista 3.0- y Albert Rivera pide que se ponga en marcha el reloj de una vez, o sea, que alguien intente la investidura o que se aparte. Ya saben que mientras no se convoque ese pleno para nombrar presidente estamos en tiempo muerto.

Si España fuera un reloj de arena, estaría tumbado, con arena a ambos lados pero con un cuello estrecho por el que no pasa ni un grano.

Quédense con la imagen. A ver quién y qué pone el reloj de pie. Volveremos sobre este asunto en el gabinete.


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