Editorial del 12 de enero de 2016

Al menos 10 muertos y 15 heridos es el resultado provisional de un atentado suicida en Estambul, en la zona en que podía hacerse más daño, es decir allí donde mayor es la concentración de turistas. Cualquiera que haya estado en Estambul ha pisado la plaza de Sultanahmet, donde se encuentra la Mezquita Azul y la iglesia de Santa Sofía. 12 millones de turistas extranjeros, la mayoría europeos, muchos españoles, pasean cada año por la hermosa ciudad del Bósforo, de modo que el terrorismo, una vez más, escoge con precisión dónde golpear con más consecuencias.

Por de pronto han conseguido que gobiernos europeos pidan a sus ciudadanos en Turquía que eviten determinados lugares turísticos. Al igual que ocurrió en Tunez, el islamofascismo busca el aislamiento de los países musulmanes como forma de radicalizar a sus habitantes. Turquía es estratégicamente el gran aliado de occidente y el muro de contención –a cambio de miles de millones de euros- de los que buscan en Europa su futuro. El gobierno turco adjudica la autoría al Estado islámico.

Es la guerra en la que están en origen las diversas facciones del Islam y que llega a territorio europeo, en forma de terrorismo. No siempre y no todos tenemos conciencia de lo que nos estamos jugando.


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