Editorial del 4 de junio de 2015

Con la dimisión de los dos exconsejeros del Gobierno madrileño imputados en la Púnica, Lucía Figar y Salvador Victoria, se ha salvado un punto de partido.

Con ese símil "tenístico" ha definido el portavoz de Ciudadanos el abandono de la política de ambos imputados para así volver a la negociación con Cristina Cifuentes. Si ayer no había posibilidad de hacerla presidenta de Madrid, hoy con razón, dice Albert Rivera, empieza a notarse su presión para alcanzar pactos de investidura.

Están cambiando las cosas a muy buen ritmo. Por fin, aunque no sea por voluntad propia, empieza a entenderse que la responsabilidad de los políticos empieza mucho antes de que llegue una supuesta responsabilidad o condena penal.

Una cosa es exigir la conducta intachable de los cargos públicos en una negociación y otra imponer la ideología. Es lo que ha intentado ERC con Ada Colau en Barcelona. Pretendían los independentistas que, para apoyar su investidura como alcaldesa de Barcelona, asumiera la hoja de ruta del soberanismo. Y Ada Colau ha dicho que no.

Es tan poco de recibo la condición de ERC que esta mañana su líder, Oriol Junqueras, ha tenido que apagar el incendio prometiendo buscar en la política social otros puntos de encuentro con Ada Colau.

En general, pactar es renunciar, nunca imponer. Ya irán aprendiendo.


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