Editorial del 26 de marzo de 2012

La política es una actividad llena de dureza para sus protagonistas. La mayoría son gregarios que nunca pasan de ser uno más en el pelotón.

Y los líderes, los del mallot amarillo, tarde o temprano son arrojados a la cuneta sin ninguna contemplación. Enternecerse con el destino trágico de los políticos seguro que no merece adhesión alguna, pero aún así podemos reconocer las amarguras de su profesión.

A Javier Arenas, después de 12 años le han vuelto a decir que no, bueno le han dicho sí, pero no lo bastante para quedarse como tal cosa otros 4 años. ¿Cómo es el primer día del resto de la vida cuando uno sabe que no será nunca aquello que ha venido persiguiendo durante 12 años?

El resultado del PP en Andalucía es seguramente la respuesta a una pregunta que ayer no se planteaba. Los andaluces han respondido a Rajoy en las carnes de Javier Arenas. Justo es reconocer su digno resultado y la mala suerte de estar en el peor lugar en el momento más delicado. Pero nadie se lo va a reconocer. He ahí la dureza de la política.


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