Editorial del 17 de septiembre de 2010

A esta hora no sabemos aún con certeza si el famoso almacen de residuos nucleares tiene ya emplazamiento definitivo o aún no se ha tomado en firme ninguna decisión.

Este mediodía, el nombre de la población valenciana de ZARRA surgía como el escenario definitivo de ese cementerio nuclear, del que tanto se habló hace algunos meses cuando varios municipios españoles se ofrecieron como candidatos voluntarios para albergarlo. Por si fuera cierta la información, el gobierno valenciano ha puesto la tirita antes de confirmar la herida: están decididos a protestar y recurrir la decisión del consejo de ministros si Zarra es finalmente la elegida.

Y volvemos al debate eterno del emplazamiento de instalaciones asociadas a algún factor de riesgo. Ya saben que en ese debate medioambiental, ha surgido el concepto NIMBY, siglas de “Not in my back yard”, o sea, no en mi patio de atrás... O lo que es lo mismo, en la sociedad occidental actual nadie parece dispuesto a sacrificarse en aras del bien común. En espera de la confirmación definitiva, viene bien recordar que paises como Holanda y Suiza han agilizado un protocolo político para que la influencia de la población, que se opone siempre a todo, sea minimizado. Este es un asunto complejo que deja a menudo con el culo el aire a los partidos políticos y los gobiernos. Si en lugar de hacer pedagogía se contradicen a sí mismos siempre que tienen ocasión, ¿cómo van a pedir complicidad a la ciudadanía?


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