Muchos quisieron jubilarla antes de tiempo cuando saltó la noticia de que se iba al fin de semana de Onda Cero. Pero lo cierto es que en la cabeza de Julia Otero nunca estuvo la retirada sino dedicarse más tiempo a sí misma. La periodista gallega sigue al pie del cañón "surfeando la ola de culo", aunque se lleve algún "revolcón".
YO DONA, 26 octubre 2024
Por Esther Mucientes/Amaya García
Decir el nombre de Julia Otero es decir comunicación, pero, sobre todo, es decir radio. No concede entrevistas nunca y las pocas que da las elige con mucho cuidado. "No sé qué interés puedo tener o qué puedo añadir a mis horas de radio", explica a YO DONA. Pero hay otra razón, una que a lo largo de esta conversación adquirirá todo el sentido: "No me acabo de fiar de nosotros mismos". Se refiere a los periodistas.
Si algo ha caracterizado a Julia Otero en sus casi 50 años de profesión -lleva trabajando desde los 17 en los medios de comunicación y ha cumplido ya los 65- es que nunca ha sido una mujer ni una profesional que se engañe a sí misma. De hecho, para ella es fundamental no traicionar sus ideales, sus creencias, su pensamiento, sus orígenes...
Porque para Julia Otero sus raíces son la clave de todo lo que es ella hoy por hoy. Sin la educación que recibió en su casa, sin lo que le enseñaron su familia y su entorno, reconoce más de una vez que se habría tirado "por una pendiente y hubiera destrozado mi carrera, mi futuro profesional". Sin embargo, aún hoy, la periodista gallega tiene muy presente todo lo que aprendió en su infancia y que siempre ha llevado por bandera.
"Mis padres se quedaron en España, pero tengo todo tipo de primos que se fueron a Alemania, a Francia, a Gran Bretaña, y vivían en guetos, en situaciones de mucha penuria, de muchas necesidades para poder ahorrar y volver a casa o enviar dinero a los que se habían quedado aquí", cuenta la periodista tras la sesión de fotos en un estudio de Hospitalet. Es lo que ella llama su ADN gallego, "ponerme en la piel del otro".
Aceptó esta entrevista con YO DONA después de meses y meses de insistencia. Julia Otero no se traiciona a sí misma. Sin embargo, pese a las interminables horas de sesión fotográfica, a verse fuera de su hábitat -pues ella siempre está al otro lado-, y pese a todos los cambios de traje, de postura, de lugar, Julia Otero no deja de sonreír. Es feliz, se le nota. Y, sobre todo, está muy tranquila porque no debe nada a nadie y porque, y en esto insiste mucho, es "completamente libre".
"No he renunciado nunca a nada por este trabajo. Al contrario, me ha dado privilegios, el mayor de ellos el de ganarme la vida lo suficientemente bien como para llegar a los 60 años siendo libre. Sí, lo soy. Eso es lo importante. Soy libre porque nadie me puede obligar a hacer lo que está en contra de mis principios. Porque no tengo una hipoteca que pagar a final de mes, ni hijos a los que criar. Y eso me lo ha permitido este trabajo. El éxito que he ido teniendo a lo largo de las décadas es haber llegado a esta edad con libertad". Es decir, Julia Otero se puede levantar de una mesa y decir "pues me voy y el último que salga que cierre la puerta".
¿Cómo se entrevista a una persona como Julia Otero, que ha marcado la historia radiofónica y televisiva de nuestro país? Pues por el principio. Y el principio actual de Julia Otero es que después de años siendo la voz de la tarde en Onda Cero, a finales de la temporada pasada tomó una decisión de la que se dijeron muchas cosas, pero pocas eran verdad.
¿A qué se debió ese cambio? Porque se publicaron muchas informaciones. ¿Cuál es su versión?
No es mi versión, es la verdad. La verdad es que 20 horas semanales en antena implica vivir literalmente en la radio, no tener tiempo ni por la mañana ni por la tarde. Llegar a la radio a una hora y marcharse a otra quiere decir que el día se expande como el gas. O sea, estás todo el día metida en la radio. Y, bueno, después de 2021 y del susto de la salud [fue diagnosticada de un cáncer de colon del que hoy sigue recuperándose con revisiones cada tres meses] me di cuenta de que me apetecía tener más tiempo para la vida.
La vida de Julia Otero no es nada especial o, al menos, eso es lo que ella cree. Hasta septiembre de este año era pasar horas y horas en la radio, preparar su programa, Julia en la Onda, con total minuciosidad, estar pendiente de todo, currarse las entrevistas como nadie y, sobre todo, "no perder la realidad de quienes nos escuchan".
Cuando saltó la noticia de que Jaime Cantizano abandonaba Mañaneros, el programa de La 1 de las mañanas, para sustituir a Julia Otero, que se iba a los fines de semana de la emisora, se publicó de todo; lo peor, que Atresmedia la estaba apartando por ser precisamente esa nota discordante. La realidad fue todo lo contrario. A Julia Otero, que cerró temporada con 602.000 oyentes al día, le costó meses convencer a los mandamases para que le dieran el visto bueno, pues todavía le quedaba un año de contrato en las tardes, meses de reuniones, de intentar persuadirlos para que la dejaran irse al fin de semana. Y cuando lo consiguió, sus propios compañeros, los periodistas, le dieron la vuelta. "Yo soy dueña de lo que digo, pero no de lo que quien me entrevista cree que estoy diciendo, y a veces el prejuicio de quien te entrevista lleva a no retratar la verdad", nos advierte. Queda ya claro por qué no se prodiga en los medios.
"Algunos consideraron que me habían depurado, pues que sepan esos conspiranoicos que no solamente se resistió la empresa, sino que tuve que entregarme a fondo para conseguirlo", insiste.
No fue por cansancio -niega rotundamente que se vaya a jubilar-, fue porque "somos el reflejo de quien nos escucha, y si dejamos de tomar el pulso a la calle, perdemos la credibilidad". Continúa: "Hay momentos en que la crispación que se observa y se escucha en los medios no se corresponde con lo que pasa en la calle. Si no sabemos qué preocupa, si no hablamos con los oyentes, si no vemos lo que pasa, si no vamos a ver la última película, al teatro, a un mercado, les contaremos cosas que para ellos no son vitales, que ni les van ni les vienen. Dejaremos de ser periodistas para meternos en alguna trinchera".
Trinchera, una palabra que en los últimos tiempos se escucha cada vez más, símbolo de esa división, de ese ruido, de esa polarización; y si alguien es ejemplo de eso es ella. Y no porque Julia Otero esté en una trinchera -las detesta-, sino porque "algo habré hecho bien cuando los independentistas me consideran una españolista hasta el extremo [tanto, que TV3 celebra esta temporada los 40 años de su creación y Julia Otero no existe, pese a haber hecho más de mil programas], mientras que en Madrid, el segmento más ultra dice que soy independentista". Julia Otero debe ser la única figura que aúna a dos extremos que se odian tan profundamente.
Tal vez por ese ir a contracorriente, o más bien por mantenerse fiel a sí misma, Julia Otero ha vivido de todo en esta profesión. Empezar en este mundo con 17 años no fue fácil y, aunque ella llegó en un momento en el que "España era un país adolescente" en el que se juntaban las hormonas de éste con las suyas propias, supo muy pronto que aquella mezcla ideológica de la Transición, de los 80 e incluso de los 90 se acabaría pronto.
Habla de aquel tiempo con cierta nostalgia, esos años en los que "en La Bola de Cristal se decía viva el mal, viva el capital y no pasaba nada". "Ahora sería una pregunta parlamentaria urgente diciendo que están adoctrinando a las pobres criaturas", añade con sorna, e insiste, "pues entre esas pobres criaturas que vieron La Bola de Cristal habrá quien considere que viva el mal, viva el capital y habrá otros absolutamente capitalistas, y otros absolutamente liberales".
Eso quiere decir que por lo menos no hemos perdido el pensamiento crítico, ¿no?
El pensamiento implícitamente es pensamiento crítico, porque lo otro es adherirse a lo que te ponen delante. Así que hay que potenciar ese pensamiento crítico y desde luego a nuestros hijos tenemos que educarlos para eso, porque el mundo que les viene es todavía peor. Creo que no podemos imaginar lo letal que va a ser para los obedientes, para los que no recapacitan, para los que no tienen criterio propio.
¿A usted le ha pasado factura?
Hablar claro siempre pasa factura, porque siempre pisas un charco de alguien que se siente molesto. Pero eso también ha cambiado en los últimos tiempos. El oyente, el lector, el televidente espera ese posicionamiento. Ese comunicador de mi época joven que era como una percha perfecta en la que se podía colgar cualquier contenido y cualquier opinión ya pasó de moda. Ahora, el receptor del mensaje espera compromiso de quien está al otro lado.
Se pone a pensar, a hacer memoria y recuerda 1999, cuando "me echaron de Onda Cero". Aquel año RTVE contrató a Julia Otero. "Se pusieron en marcha una serie de mecanismos para decir que a mí me llevaba a la tele el Gobierno de entonces. Fue una cosa muy curiosa, porque cuando hice Las cerezas (2004-2005) dijeron lo mismo, ignorando algo que los que lo difundieron desconocían, y es que el contrato para hacer el programa lo preacordé en la época de Aznar. Cuando se produce el 11-M y contra todo pronóstico gana Zapatero, lo que hizo la dirección de RTVE fue seguir con los contratos que ya se habían acordado y entre los que estaba el mío. Así se escribe la historia. Me han querido colocar en un lado siempre y convertirme en el pim, pam, pum".
No lo dice molesta, ni mucho menos, pero sí que le gusta explicar la realidad, porque Julia Otero considera que "muchas veces" le han dado "de forma absolutamente injustificada". Y entonces, cuando le preguntas si esto le ha afectado, si lo ha llevado mal, si se lo llevaba a casa, tira de un clásico de Casablanca y parafrasea a Rick: "¿Me odias, Rick?". "Si llegara a pensar en ti algún día, probablemente te odiaría". Pues eso es lo que piensa Julia Otero.
¿Es más catalana o más gallega?
Más gallega. Soy una gallega criada en Barcelona, pero la galleguinidad forma parte de mi ADN, de mi cultura familiar, emocional y sentimental. Y más ahora, que acaba de morir mi madre. Se hace el silencio, se emociona, toma aire y continúa... «Soy una gallega barcelonesa que adora Barcelona», sentencia. Lo tiene muy claro, tanto, que le han ofrecido decenas de veces trasladarse a Madrid por temas de trabajo y hasta el momento se ha resistido: «He sido siempre muy tozuda con esto, porque creo que hablarle a España desde Barcelona imprime carácter y marca un estilo diferente. La periferia también existe y a veces dentro de la M-30 madrileña hay una atmósfera que no se corresponde en absoluto con lo que se respira fuera de ese lugar cerrado. Hay otros mundos dentro de España».
De las pocas entrevistas que Julia Otero ha dado durante estos casi 50 años de carrera, una de las más sonadas fue la que concedió a Jordi Évole en Salvados. En ella habló de muchas cosas, porque es verdad que da pocas, pero cuando las da no es para enfrentarse a ellas con miedo. En esa habló del MeToo, de la única situación de acoso que vivió durante su carrera...
¿Qué le diría a una joven que entra ahora en este mundo?
Que no pienso que la cosa haya mejorado tanto como creemos. Estamos convencidas de que ha mejorado mucho porque las que lo sufrimos tenemos una edad en la que ya no toleramos ni media broma al respecto. Pero las jóvenes que continúan saliendo se siguen enfrentando a esas situaciones, más sutiles que a las que nos enfrentamos nosotras, pero igualmente desagradables. Hemos dejado de lado esa tolerancia histórica que hemos tenido las mujeres de aguantar todo, pero, insisto, esto no quiere decir que no siga ocurriendo.
¿Qué es el nuevo feminismo?
Mira, no es fácil renunciar a todos los privilegios que te daba tener siempre una cuidadora gratis en la vida. Primero era tu madre y luego era tu mujer la que te criaba a los niños, la que te hacía la maleta, la cena, incluso te planchaba la ropa. Renunciar a estos privilegios históricos no es fácil. Nosotras no queremos más, queremos lo mismo. Es esa frase de que cuando una mujer avanza ningún hombre retrocede. Debe haber corresponsabilidad, porque si no, las mujeres vamos agotadas por la vida, vamos exhaustas...
Y todavía se sigue oyendo lo de no soy machista ni feminista...
Eso es lo mismo que si alguien te dijera yo no soy nazi ni judío. Es una afirmación de una mente poco evolucionada.
¿Ha sacrificado mucho por esta profesión?
No, no creo que haya sacrificado nada. Eso sí, me ha costado mucho tener una vida privada fuera del foco. Eso me ha llevado a estar muy bunkerizada. Lo único a lo que he renunciado es a la libertad de ser anónima.
¿Con qué empatiza Julia Otero?
Con todas las causas perdidas. Una vez me dijo Valdano que la gente de izquierdas se caracteriza porque se asusta antes por todo. No me parece una mala definición. O sea, te asustan el machismo, la xenofobia, el racismo, la pobreza... Con lo que no empatizo desde luego es con la falta de humanidad de las personas que viven en un bienestar social y económico y son incapaces de ponerse en los zapatos de otro.
Llega la pregunta del millón, ¿se va a jubilar?
No, no, no. La verdad es que no. Es que no me imagino en casa. Es una mala noticia para los que les gustaría que me jubilase. Tengo la gran suerte de que cuando empecé en la radio con 30 años me oía la gente de mi generación, pero también los mayores de 45. Y ahora que tengo más de 60, me escuchan los de mi edad, pero también los de 30. De modo que si toda esa gente todavía me escucha, no hay ninguna razón que me haga pensar que debo marcharme.
Lo dice alto y claro, pero también asegura que el día que se jubile lo hará de verdad. Es decir, no va a estar "picoteando" aquí y allá. Se irá y sanseacabó, porque Julia Otero insiste en que no se siente tocada por alguna varita mágica, ni tampoco tiene "ninguna misión en la vida"; "no soy adicta al trabajo y no soy portadora de una misión en el mundo de la comunicación. Me ha ido bien y he intentado hacerlo con la máxima pulcritud y la máxima honestidad".
Ha entrevistado a todos los presidentes de la democracia. ¿En qué han cambiado?
El liderazgo político empezó a debilitarse cuando renunciaron a convencernos con argumentos solventes y pasaron a atender a la demoscopia para saber qué quieren escuchar los ciudadanos-votantes. (...) Los veo con miedo a meter la pata, con miedo a que luego en las redes sociales les reprochen un error en comunicar cualquier cosa. Pero también les pasa a los artistas, a los actores, a los deportistas. Antes venía la gente sin miedo, se sentían mucho más libres, y ahora hay una especie de pánico escénico, global y colectivo.
Julia, tres adjetivos que definan el momento vital que está pasando.
Serena, perpleja y moderadamente feliz. Lo bueno, si breve, dos veces bueno... Sí, asume que va contracorriente, pero también que existe el riesgo de que la ola la engulla: «He aprendido a surfear con la ola de culo, lo cual no quiere decir que no me dé algún revolcón».
REALIZACIÓN Y PRODDUCCIÓN Beatriz Valdivia
MAQUILLAJE Yolanda Blasco
PELUQUERÍA Yolanda Martín
AYUDANTE DE FOTO Andrews Díez
AGRADECIMIENTOS Chic & Basic Born Boutique Hotel, Barcelona.