Revista Tiempo, 25 de enero de 2006

Por Marisa Perales

Digna sucesora de Luis del Olmo en "Punto Radio", ha firmado contrato para tres años. Esta temporada sale en antena una hora, pero la siguiente serán dos.

¿Estoy hablando con la sucesora de Luis del Olmo?

Eso parece. Estamos en ese camino y es la vía marcada, pero en este oficio nuestro he aprendido, como mínimo, a vivir el presente y saber que vales lo que aportas según el resultado de quien te contrata. Habrá que refrendar resultados.

Que hayan pensado en usted y no en otros es un honor.

Sí, claro. Llevo mucha radio a la espalda, empecé cuando no tenía aún la mayoría de edad y es verdad que la partida de la tarde ya la he ganado. Mi reto era la mañana, porque por inercia histórica no se suele pensar en un nombre de mujer. Afortunadamente, Vocento se ha decidido a hacerlo.

¿Su ideología coincide con Vocento?

A mí Vocento no me ha preguntado por mi ideología ni yo a ellos por la suya. Lo único que pregunté fue si iba a trabajar en libertad. Y será así, no tengo duda.

Lo pregunto por los malentendidos, como el que tuvo con Onda Cero en 1999.

Aquello no fue un malentendido, fue una tontería que seguramente se le ocurrió a uno que era más papista que el papa. Me consta que el Papa no pidió mi cabeza y que fue un ajuste de cuentas de alguien que decidió usar el nombre de Dios en vano para quitarme de en medio. No fue una operación política de gran calado, de la que podría presumir, fue así de burdo.

¿Qué tal anda de fracasos profesionales?

Fracaso es dedicarte a algo que no te llena, pero afortunadamente llevo muchos años pasándomelo bien. Las cerezas ha sido el programa con el que he sentido menos placer porque la responsabilidad era inmensa. Pero visto cómo van las cosas ahora, los resultados fueron extraordinarios.

En televisión los entrevistados le dicen muchos piropos. ¿Ahora?

Con la voz se ve todo y nadie se va a perder nada. Con la radio he ganado mucho tiempo porque una mujer para ponerse delante de una cámara tiene que perder hora y media antes de entrar en el plató.

¿Se ha permitido algún arrebato?

Nada especialmente reseñable o nada que me apetezca contar.

¿Contenta de lo que ha hecho con su vida?

Nunca me he arrepentido de no haber hecho las cosas a las que me negué y creo que no escogí mal las cosas a las que dije sí.

¿Y de su vida personal?

Tengo una vida convencional, muy centrada, con mi hija y el padre de mi hija, una familia más. Afortunadamente nos dedicamos a cosas diferentes, mi marido es médico y, aunque le interesan mis cosas, no está en el día a día del periodismo.

¿Cómo consigue preservar su intimidad?

Soy muy terca y muy borde. Es una combinación que hay que ejercer todos los días y al final te dejan en paz. Mi popularidad creció cuando La Luna y el 3 x 4, en 1989. Si entonces hubieran existido los modos de ahora, habría tenido que poner pies en polvorosa.

¿Dónde pone usted el límite del derecho a la intimidad?

No he tratado jamás la vida privada de mis personajes, no me interesa, así que el límite está donde esas personas quieran. Si su vida privada roza la esfera pública se puede hablar de sentimientos, pero nunca juzgarla porque tampoco soporto ni consiento que lo hagan con la mía. Hay gente que se siente acosada, con mucha razón, porque las cámaras no les dejan vivir o porque sólo les dejan malvivir.

¿Comunicar es lo mejor que sabe hacer?

Es lo único que sé hacer para ganarme la vida, pero procuro saber hacer otras cosas.

Elija: Carlos Herrera, Julio César Iglesias o Carles Francino.

Yo era una mujer de Iñaki Gabilondo.

¿Olga Viza, Gemma Nierga o Concha García Campoy?

Me quedo con cosas de las tres. Las tres son amigas mías, las respeto y las quiero.

¿Cómo llena su tiempo de ocio?

Paso mucho tiempo en el Pirineo. Me encanta esquiar en invierno y en primavera, me gusta la montaña. Por lo demás, voy al cine, leo...


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