El Mundo, 23 de noviembre de 2017

Por ESTHER MUCIENTES

Desde que la crisis catalana alcanzó todo su apogeo 'El Hormiguero' se ha transformado en la plataforma que periodistas, comunicadores y algún que otro político utilizan para expresar sin pelos en la lengua sus posiciones ante el 'procés'. Jordi Évole, Miguel Ángel Revilla, Vicente Vallés, Ana Pastor... y desde anoche forma ya parte del clan Julia Otero.

Otero es gallega de nacimiento, catalana de adopción y ciudadana del mundo. Lo dijo ella bien clarito anoche: "Tengo la suerte de que mi bandera no es una u otra, mi patria son las personas". Dicho esto, dicho todo. La voz de las tardes de Onda Cero dio en el programa de anoche una lección de raciocinio que ya les gustaría a muchos, entre ellos a Pablo Motos, al que la larga sombra de la periodista se tragó cual volcán en llamas.

Es cierto que el día que acude a 'El Hormiguero' personajes de este tipo Pablo Motos desaparece. No sé si se practica él mismo el 'harakiri' o si es el propio invitado el que decide conducir, guiar y dirigir el programa. Sea como fuere, las noches de Évole, de Pastor y la de ayer son noches en las que 'El Hormiguero' pierde su esencia y se convierte en un programa con una sola voz donde las gracias y tontunas tienen poca cabida.

Otero anoche hizo lo mismo que sus predecesores: dijo lo que le dio la gana. Su alegato anti-independentismo ocupó buena parte del programa, por no decir todo, y aun así estoy convencida de que 'El Hormiguero' volverá a alzarse con el minuto de oro del día.

Porque escuchar a cualquiera de ellos, estés o no de acuerdo con sus ideas y argumentos, engancha. Y da igual que llevemos meses con esto, cuando alguien como Julia habla y expone se hace el silencio. No dice ninguna tontería, no cae en rencores ni odios, no busca provocar, sólo contar, sólo relatar, sólo argumentar.

Da igual que estés hasta más allá de Orión de procés, independencia, Puigdemont y demás protagonistas. Que alguien ponga un poco de orden (a favor o en contra) en todo esto demuestra que el diálogo es posible, que escuchando se aprende, que hablando se entiende la basca.

Es de agradecer, aunque cada uno tenga su propio programa y se expongan cada día, que 'El Hormiguero' deje un día de su semana a la actualidad informativa de la mano de los profesionales. Primero, porque desengrasas de lo de todos los días y segundo porque el programa se hace solo.

Anoche con Julia Otero no hacía falta ni hormigas, ni ciencia, ni retos ni siquiera el capitán del barco. Y así fue. Pablo Motos descendió de los altares y dejó que Julia hiciera lo que quisiera, hablara de lo que quisiera, contara lo que quisiera y diera la lección que quisiera.

Dio palos a todos y no dejó nada en el tintero. De hecho, comenzó su alegato advirtiendo de que lo que está ocurriendo en Cataluña no ha empezado hace tres meses sino que lleva mucho tiempo. Un tiempo en que "el resto del país" ha hecho oídos sordos, un tiempo en que los independentistas se organizaban, acudían a votar, y los demás no hacían nada.

Los que vivimos en Cataluña llevamos años avisando de que esto iba a ocurrir (...) Han estado cuatro o cinco años, en el resto del país, sin darse cuenta de lo que estaba pasando". Zasca a un lado, zasca al otro.

No sé las veces que la periodista pudo decir que no es independentista, no sé las veces que pudo pedir diálogo, no sé las veces que pudo criticar los bulos que hacen tanto daño, no sé las veces que pudo invocar a la solidaridad del ser humano, no se las veces que pudo atacar a una parte y a la otra.

"La mitad de los ciudadanos que vivimos en Cataluña no contábamos para la Generalitat. Yo no cuento, como no soy independentista a mi no me cuentan. Ellos van a lo suyo, ese 50% no importa lo que pensemos. Pero desde el Estado tampoco importa lo que la mitad de la gente sí independentista opina en Cataluña y no se puede vivir de espaldas a la realidad".

Y mientras Pablo Motos sólo podía mirar y escuchar. Me recordó a aquel programa de Mercedes Milá, 'Queremos saber', en que los invitados se sentaban y exponían. Sin artificios, sin superficialidades, sin dobles capas. Si todas las noches fueran así...

Pablo siguió siendo el Pablo de siempre, mostrando su adoración por quien estaba sentado en frente -en el caso de Otero está justificado, ella fue quien le dio su primer trabajo (no hay que odiarla por ello), han trabajado juntos y fue él quien la inició el maravilloso mundo del carajillo-. Pero Pablo no intentó hacer un programa como siempre, Pablo fue consciente de que con una 'monstrua' como ella, mejor estarse 'quietecito' y dejar hacer. A Dios gracias.

"Casi dos años, pero me pasa contigo que hace un minuto que te veo y ya estoy contándote todos mis secretos", admitió la reina de las ondas, que no dejó de hacerle ojitos (él también) a Pablo, a su pupilo, a su aprendiz, durante toda la noche.

Y Otero siguió. Siguió con su lección, siguió con su alegato, siguió con su manifiesto contra el independentismo, contra el pasotismo del resto de España y pro 21-D. "Desde Madrid, mucha gente se piensa que el 21 de diciembre se acaba el problema, pero no es así. El 21 no se acaba todo, pero es importante que todos los constitucionalistas vayamos a votar". Para mitin el suyo. Anoche, la Otero se transformó en la Borrell de 'El Hormiguero'. Le faltó la bandera española y la europea tras de sí. Si las hubiera habido estoy segura de que se las habría puesto.

Porque si algo lamentó la periodista de toda la crisis catalana es el daño que ha hecho el ciudadano de a pie. En el padre con su hijo, en el hijo con su padre, en el hermano con su hermana, en el tío con el sobrino, en el amigo con el compañero. "Estas Navidades las cenas de las familias catalanas van a ser muy incómodas". Amén. Y menos mal que no se celebra el Día de Acción de Gracias.

Se mojó en todo, no sólo en el procés. Se mojó sobre el periodismo, sobre las "mentiras", sobre los "bulos", sobre la "posverdad", sobre las redes sociales. Otero es una ferviente defensora (y así deberíamos ser todos) de la verdad. De hecho, en su programa (para el que por cierto vive: "No tengo tiempo ni de ir al ginecólogo") tiene dos secciones, 'Maldita hemeroteca' y 'Maldito bulo' en el que desmonta todos los embustes que corren por Twitter y el resto de redes sociales.

"La verdad está perdiendo su valor. Eso de la posverdad es una palabra que no necesitamos, es la mentira de toda la vida (...) Normalmente hacemos como inmersión en aquellas ideas que compartimos y cuando alguien opina lo contrario pensamos sistemáticamente que mienten. Hay que mentalizarse de que si siempre quieres tener la razón, muchas veces no sabrás la verdad". ¡Y olé! Si esto no es una lección que todos tendríamos que aprender que se caiga el cielo ahora mismo.

Y por supuesto Twitter, el nuevo Twitter, el Twitter del daño, del ataque, de la crítica destructiva: "Hay una parte de odio importante. Twitter es una barra de bar en la que la gente esputa. Cuando entré no era así. En Twitter ahora sale la parte más rabalera".

Pero si pensábais que la noche de Otero se iba a quedar en esto y ya está (a mí me supo a poco) estábais muy equivocados. A Otero se le da bien no sólo la palabra y el micrófono. Otero tiene un talento oculto que te deja con la boca abierta, que te deja loco, y es que canta de la leche.

Como no había espacio para los espacios de los colaboradores y Otero tampoco lo iba a ceder, a Pablo se le ocurrió (para eso la conoce desde hace 25 años) que la periodista cantara en vivo y en directo 'Parole'. Pensé que iba a ser como aquella vez que fue Esperanza Aguirre y cantaron 'Mantón de manila en inglés'. ¡Ay que equivocada estaba! Es que hasta en este momento Julia se comió a Pablo.

Interpreto la canción de 'muelte'. Vamos, que si la hubieran visto el jurado de 'OT' le hacen cruzar la pasarela a la velocidad de un rayo. Si alguna vez se queda sin trabajo ya se sabe a lo que se puede dedicar. O también puede volver a la televisión, porque si algo dejó claro anoche es que si volviera a ponerse al frente de un programa televisivo, lo petaría. Lo dicho, Julia es una 'monstrua'.


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