El País, 13 de noviembre de 2011

ANTÓN REIXA

Hay una primera generación de galleguidad desacomplejada en el Himalaya de nuestra autoestima reconquistada. Es la de algunas personas nacidas muy al final de los cincuenta o en los primeros sesenta. Julia Otero sería un paradigma incontestable en ese linaje renovado. El padre de Julia (al que imagino como un verdadero gentleman del rural; era trompetista) se la llevó a ella y a su madre desde la república de las nieblas de las tierras de Lemos a Barcelona. Una historia más de emigración con la singularidad de que el éxito, en este caso, es el brillante emprendimiento profesional de una mujer independiente. Julia Otero es ahora racionalmente catalana y obstinadamente gallega. Pero, sobre todo, una maestra de la comunicación.

Su alto nivel de autoexigencia solo es comparable a la mágica coincidencia en su persona de la belleza física y espiritual con su extraordinaria práctica de la conciencia e inteligencia emocionales. Cuando me tocó presentarla en el acto en que fue nombrada hija predilecta de la ciudad de Monforte, no pude contenerme y la llamé "cachonda".

Hay una marca inconfundible de la trayectoria profesional de Julia: su independencia. Basta comparar la personalidad abierta y libre de su actual programa de radio y el resto de la parrilla de su propia cadena para comprobarlo. Julia sobrepasa el extendido tópico en los medios de comunicación de la objetividad (tantas veces travestida de ruin neutralidad o directamente manipulación) porque siempre al oyente le quedará claro el posicionamiento sincero de Julia respecto a los temas que trata y la pluralidad de puntos de vista y datos con que los presenta.

Otra odiosa comparación sería el resultado de la observación crítica del estilo de Julia con el de otras estrellas de la radio, me refiero a las que siempre comparecen acompañadas de una segunda voz que camufle sus carencias. Julia asume siempre el riesgo de "sola ante el peligro de las ondas" y no por individualismo sino para que, generosamente, sus colaboradores brillen con luz propia. Y eso es humildad y audacia a la vez. Y es que algo tiene esta galleguita universal para transmitirnos (intuitivamente y sin instrucciones) una tremenda energía a sus colaboradores para que salgamos a defender nuestras opiniones como si fuese lo último que vamos a hacer en la vida.

Julia domina el arte de la entrevista y, aunque confiesa que comenzó a hablar antes que a andar, esa técnica es la derivación directa de "saber escuchar". El mejor entrevistador no es el que mejor pregunta, sino que el más escucha y, por tanto, repregunta de forma más eficiente.

Julia Otero ha asumido libremente el mandato cuasi telúrico de ser la mejor divulgadora y propagandista de su valle de Lemos y de su país, como si envuelta en el terciopelo agudo del sonido de la trompeta de su dilecto padre esta fuese la mejor venganza cordial y posible de esta tribu de poetas, trabajadores, emigrantes y exiliados.

Julia es una de las cinco mujeres gallegas más influyentes en España en una lista de cien. La ciudadanía de Galicia tenemos derecho a un superávit compensatorio de esperanza para nuestro futuro. Mujeres como Julia abren el camino.


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