El País, 24 de octubre de 2004

Juan Cruz

Su corazón dio un vuelco, apasionado y perplejo, aquel 2 de agosto del año 1999 cuando Javier Gimeno, el entonces responsable de Onda Cero, le canceló por sorpresa el contrato que con tanto éxito ella había cumplido en las tardes de esa emisora. No sólo fue una sorpresa, sino también un dolor. De ese dolor nació su desconfianza, hirieron su ingenuidad. Julia Otero merece, según miembros de su equipo, estos adjetivos: "Apasionada, vehemente, intuitiva, luchadora". Y con todos ellos juntos resolvió aquel problema, que todo el mundo entendió como una decisión influida por la política de entonces.

No se calló, claro; reapareció en TV-3, la televisión autonómica catalana, con otro programa de tarde, La columna, que ha cancelado en pleno triunfo para asumir la dirección de Las cerezas (¿por qué ese título?, porque sí), el nuevo programa de TVE que se estrena el próximo 26 de octubre en medio de la expectación que esta orensana de origen genera siempre con cualquier proyecto que se le ocurra.

Es una mujer arriesgada. ¡Ha mantenido una sección de libros en La columna, todos los días, y sin hacer chismografía! Sólo a ella se le ocurre inaugurar un programa de prime time con una entrevista a un filósofo puro, y eso fue lo que hizo cuando se atrevió a llevar a Gustavo Bueno para abrir en 1995 su espacio Un paseo por el tiempo, también en TVE. Y a pocos se le puede ocurrir dedicar todo un programa de la tarde de la radio a la filosofía de Platón, y ella lo hizo. Asimismo, fue la primera mujer que explicó cómo es, y qué es, el clítoris, a una audiencia radiofónica que ella alimentó con el riesgo de la calidad. Luchadora de las causas débiles, ha tenido en su punto de mira la batalla por las mujeres antes de que en España ésta fuera una exigencia colectiva e incluso gubernamental; denunció, por ejemplo, que en los partos de la Seguridad Social no se practicaba la epidural, y a ella se debe que la epidural ahora forme parte obligatoria de esas operaciones.

Debe ser su origen proletario -su padre era trompetista, su madre ama de casa- lo que le ha prevenido de caer en las garras de la vanidad famosa; lo perciben los que están a su alrededor, y se percibe cuando habla, cuando discute y cuando se mueve; fue de las primeras mujeres que se movieron en un plató televisivo, y ese movimiento fue ya un signo de su manera de ejercer, también en lo físico, la libertad. Se cuida, intelectual y físicamente; en una cena reciente, con el escritor mexicano Carlos Fuentes, que presentaba en Barcelona su libro Contra Bush, no sólo acudió con el libro leído y subrayado -es su costumbre-, sino que -y esto también es aún más raro por parte de los periodistas- trató de usted al autor. Y es que trata de usted a los libros, a los autores y a la realidad. Acaso por eso se mantiene en forma, intuitiva e inteligente, rápida como una centella.

Es filóloga, y se graduó con una tesis sobre Mario Vargas Llosa, algunos de cuyos libros ha presentado. El escritor peruano nos dijo esta semana: "Es excepcional; culta, simpática, incapaz de caer en la vulgaridad ni en el chismorreo, y al tiempo llega al gran público. Hay que felicitar a TVE por llevarla en su programación".

Procura estar bien ella misma para que los oyentes -y los televidentes- la perciban así; a algunos de los de su entorno les extrañaba, hace años, cuando hacía un programa radiofónico de madrugada, que se pintara, se peinara, se volviera a pintar y se perfumara antes de ponerse ante el micrófono. ¿Por qué, si no te a ver nadie? "No me ven, pero me notan, y si yo me noto bien, ellos lo van a percibir también". Ya se perfuma para el martes próximo. Se estrenará con Felipe González y Jordi Pujol. Ella es un buen árbitro. Distribuirá el tiempo como sabe: los que le ayudan ya están acostumbrados a que ella sea -ni la publicidad ni nadie: ella- la dueña del tiempo.


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