El Semanal Digital,  6 de marzo de 2005

J. Carvajal

El estado en que se encuentra la cadena de radiotelevisión pública es desastroso. Acuciada por las deudas, la caída de las audiencias y una pésima gestión, no levanta cabeza.

6 de marzo.  La televisión pública está en coma. No sólo no es la primera, sino que incluso muchos días, cada vez con más frecuencia, queda relegada al cuarto puesto detrás de las dos privadas que emiten en abierto y de las autonómicas. Un cuarto puesto que cuesta anualmente más de 600 millones de euros y arrastra una deuda de 7.000 millones de euros.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? La falta de dirección y de estrategia del ente público desde que asumió la Dirección General Carmen Cafarell es más que evidente. Su programación, repleta de pagos de favores, ha sido un rotundo fracaso. No ha funcionado casi nada. Los informativos han perdido el liderazgo, y sus programas estrella se han estrellado. En este contexto, el famoso informe de los sabios, condecorados a escondidas por el último Consejo de Ministros, es ya papel mojado, pues el paciente actual es muy distinto al analizado. La situación, en opinión de los expertos, es irreversible, ya que no tiene acceso a los medicamentos que la podrían sanar. O lo que es lo mismo, le están prácticamente vetados por diversas razones los programas que tirarían de la audiencia para arriba. En este contexto, no faltan los suspicaces: "el PSOE ha contribuido con su ineptitud a prepararle el camino a la nueva Canal+", comentan.

De primera a cuarta

Carmen Cafarell, la directora de RTVE, no sabe qué es el liderazgo. Lo más que conoce, según palabras propias pronunciadas en el Congreso de los Diputados, es "el liderazgo compartido". Pero sólo lo ha experimentado en una sola ocasión, en mayo del año pasado, nada más llegar a Prado del Rey. Cosechó un 22,8, igual que Tele 5. Desde entonces, el share de la pública ha ido cayendo en picado. En los nueve meses siguientes, no ha logrado nunca la primera posición. En ese tiempo, el canal de Paolo Vasile ha sido el primero en siete ocasiones, mientras que el de Maurizio Carlotti en dos. La pública terminó el año en segundo lugar por debajo de Tele 5 y seguida muy de cerca por Antena 3.

El mes de febrero ha sido desastroso para TVE. De los 28 días sólo ha sido el primero en dos ocasiones, y cuarto, en 12. El liderazgo ha sido alternativo para Tele 5, 14 jornadas, y Antena 3, 12. La televisión pública ha sido cuarta 12 días. Todo apunta a que esta situación tiende a agravarse. Basta observar el share de los tres primeros días de marzo para comprobarlo: la cuarta y alejándose del 20 por ciento.

Mala programación, errores de aficionados

Los especialistas en comunicación audiovisual e incluso los propios veteranos de la casa apuntan que el estado de las audiencias presente se debe más a deméritos de TVE que a méritos de la competencia. El primer error que apuntan es el nombramiento de Cafarell como directora general. "Se trata de una teórica del medio sin ninguna experiencia ni capacidad de gestión", apuntan. "Es una testaferro del clan que encabeza el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso; el catedrático y supuesto sabio Enrique Bustamante, y el consejero delegado de Globomedia, José Miguel Contreras", agregan. Su poder ha estado muy limitado, y desde La Moncloa le han impuesto nombramientos, programas y casi todo.

Estas circunstancias han llevado a que cunda el desconcierto, el desanimo y el nerviosismo entre el personal del ente público, parte del cual confió en el ignoto proyecto del PSOE, cuya elaboración fue encomendada a unos supuestos expertos que, en algún caso, lo primero que tuvieron que hacer fue comprarse un televisor para saber de lo que tenían que hablar.

Segundo error, la programación. Salvo "59 segundos", que ha tenido una aceptación más que discreta, la parrilla diseñada por Cafarell y su equipo ha sido un rotundo fracaso. Se ha gastado en torno a 15 millones en producciones que, a la vista de los resultados, parecen más pagos por los favores recibidos por el PSOE que acicates para hacer una buena televisión. El que ha cosechado un fracaso mayor ha sido "La azotea de Wyoming", que se estrenó con un 20 por ciento y sólo alcanzó el 7,9 en su última emisión el miércoles pasado. "Préstame tu vida", que presenta Ana García Lozano, también va a la baja, con un 13,1 el último día. O "Las cerezas" de Julia Otero ha llegado a estar en el 13,3 por ciento. El último día alcanzó el 17,7 por ciento.

Los informativos que dirige Fran Llorente no se han salvado de esta hecatombe. El Telediario-2, siempre invencible, está siendo superado diariamente, salvo cuando hay fútbol, por Noticias-2 de Antena 3. Matías Prats le ha ganado la partida a Lorenzo Milá, esa estrella mediática a la que el presidente del Gobierno en persona le ofreció la Dirección de Informativos, y que él declinó a favor de su amigo Llorente. El otro día uno de los chistes que corría por Torrespaña era que "la última noticia que han escupido los teletipos es que Milá ha presentado tres días seguidos el telediario". La concepción del informativo, parecida al de "La 2 Noticias", que desde sus inicios tuvo mucho prestigio pero poca audiencia, resulta clave para explicar un fracaso.

Otro de los fallos que se citan es el de la improvisación. No se habían preparado alternativas para sustituir los nuevos programas en caso de fracaso. Se está echando mano de producciones de los años ochenta. Desde luego, TVE no tiene ni la capacidad ni la estructura para convertirla en esa fábrica de contenidos que propugnan los sabios.

Sin terapia

Lo peor de todo es que la televisión pública, lejos de remontar, va camino del abismo. La falta de recursos limita su acceso a los programas punteros. Las productoras más importantes no quieren trabajar con ella porque consiguen más rentabilidad con las privadas. Aunque le quedan dos años de contrato, Dorna, la propietaria de los derechos de las retransmisiones de motociclismo, quiere renegociar el contrato con TVE. El motivo, una oferta importante de Tele 5, que ya se hizo el año pasado con la Fórmula 1. Si lo perdiera, sólo le quedarían los deportes minoritarios y la Champions League. La competición europea está por el momento muy amarrada. Pero una decisión política, como sería la admisión de las televisiones autonómicas en la Unión de Radiodifusión Europea (UER), le obligaría a compartir esas retransmisiones y, consecuentemente, perdería parte de los ingresos por cesión de esos derechos a Canal+ y Canal Satélite Digital. Hasta ahora, no han ingresado en la UER por el veto de RTVE, pero una petición del tripartito catalán, por ejemplo, podría bastar para que las cosas cambiaran.


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