Diario de Avisos, 6 de enero de 2004

ANTONIO SEMPERE

Debajo del nombre de José Luis Moreno, en su comparecencia en Las cerezas, rezaba el epígrafe de comunicador. Y vaya si lo fue. La hora que duró su conversación con Ainhoa Arteta y Julia Otero fue una de las más lucidas y lúcidas de la televisión reciente, y no es un piropo gratuito como respuesta a la petición expresa que realizó a los críticos en el sentido de que debemos ser más generosos. Estaba dolido Moreno con ciertos columnistas. Estaba dolido por comentarios casi siempre despectivos de quienes confunden el ejercicio de la crítica con el de la crítica estrictamente negativa. La inteligencia de José Luis Moreno está fuera de toda duda. Más allá de su impresionante currículum, de los nueve idiomas que domina o del hecho de haber ejercido como neurocirujano, sus dotes de comunicador quedaron patentes a lo largo de la tertulia. Por ejemplo, cuando aludió a las terribles consecuencias del tsunami del índico. José Luis pudo decirlo más alto, pero no más claro. Denunció el papanatismo de la condición humana. Para quince minutos que vamos a estar aquí, vino a decir, ¿cómo es posible que nos permitamos el lujo de putear a los otros como si fuésemos a ser eternos? ¿Qué son los cien años que en el mejor de los casos podemos estar aquí comparados con los cientos de miles que llevan las placas tectónicas de la Tierra desplazándose? El inventor de Aquí no hay quien viva invitó en directo a la actriz Loles León a que vuelva a la serie, indicándole, eso sí, que le era imposible hacer frente a las contraprestaciones económicas que ella solicitaba. Julia Otero terció deseándole mucho éxito a pesar de tratarse de uno de los programas estrella de la competencia, a lo que Moreno respondió recordando que la primera cadena a la que presentó el proyecto fue precisamente a TVE.


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