Libertad Digital, 22 de noviembre de 2004

Federico Jiménez Losantos

Es curiosa la denuncia hecha por UGT del escandaloso presupuesto de “Las cerezas” de Julia Otero, uno de los programas-estrella de la nueva era socialista, que es la misma ruina de siempre, con un gobierno u otro. Digo que es curiosa y no porque me parezca injustificada la denuncia: veinte millones de pesetas por programa son muchos millones y si además factura lo que en realidad le presta gratis TVE, que es la segunda parte de la denuncia de UGT, el despilfarro empieza a lindar con la estafa. Pero en el caso de Otero, ferozmente militante contra el PP, seguramente estamos ante uno de esos “precios políticos” que acostumbra a pagar la Izquierda cuando le conviene. Por ejemplo, casi doblando las subvenciones al cine español por el trabajo sucio que durante la Guerra de Irak hicieron contra el Gobierno Aznar y el Parlamento actores y titiriteros. A diferencia de la Derecha, que siempre es desagradecida y mezquina, la Izquierda suele ser solidaria consigo misma. Así se ha quedado con todo el pesebre cultural.

Si se compara con otras limitaciones del gasto (en la investigación científica o la extensión de Internet, por ejemplo) puede resultar escandalosa la millonada que cobra Otero por esa bazofia. Recordamos en su debut a un supuesto Aznar haciendo de menstruación; y hemos sabido de un piercing en el pene con todo lujo de detalles emitido poco después de que Caffarell dijera que “Las Cerezas” ilustra la “apuesta por la cultura” de la nueva dirección. Y es cierto: yo creo que la ilustra perfectamente. Pero ese atraco de una de las progres oficiales al bolsillo del contribuyente es sólo un rinconcito del inmenso edificio de la deuda de RTVE, cuya liquidación no pide UGT porque, obviamente, supondría su propia liquidación. Es posible, aunque poco deseable, la existencia una televisión pública que no suponga competencia desleal con las privadas y se dedique a hacer programas educativos, culturales o de carácter no comercial. Lo que no puede hacerse es medir la audiencia para rechazar o no un programa. O se hace una programación no sectaria, cuyos telediarios no agredan a la sensibilidad no gubernamental de media España, lejos de las banalidades de la progresía barcelonesa que manda en casi todas las televisiones, o se cierra el Pirulí y se vende en pública subasta. A lo mejor Julia Otero está hinchando tan enormemente los costes de su programa para hacer caja y optar a la privatización de uno de los canales. Para salvar el espíritu de la televisión pública, naturalmente. Con sus enchufados políticos, sus sindicatos y su déficit. No caerá esa breva.


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