La Vanguardia, 29 de octubre de 2004
VÍCTOR–M. AMELA
Vestida de roja cereza, Julia Otero se ha estrenado en la TVE de la era Zapatero. Elegante y rutilante, en un decorado de geisha (bajo ese cerezo florecido en un jardín japonés), Julia Otero presentó Las cerezas, un programa de suave perfume a la antigua. Porque es de los que ya no se ven en televisión: sentó a Felipe González y a Jordi Pujol a la puerta de su huerto y se puso a charlar con ellos.
A Julia Otero hay que aplaudirle el propósito de hacer un programa diferente, es decir, tranquilito: ¡un programa en el que se entiende lo que los invitados dicen! (esa noche, en un zapeo, pasé por un debate en “Crónicas marcianas” sobre la regulación de la televisión: seguro que se decía algo interesante, pero era tan enorme el esfuerzo por entender algo en esa hipersónica jauría de gritos, que desistí). Pero Julia Otero corre el riesgo opuesto: si deja demasiado a su aire a los invitados (en vez de intentar descolocarlos un poco), al final dudaré sobre quién ha llevado al huerto a quién...
Porque quizá podría Otero haber hecho saltar más chispas de este encuentro González-Pujol, más allá del puñado de clips que Pujol se sacó de un bolsillo (buen momento televisivo): el historial de González y Pujol, que empezaron odiándose y hoy son pareja de hecho, podría haberse explotado más. Está bien el cromo de los dos viejos leones bajo el cerezo, pero no basta.
Emergió la periodista al preguntarle Otero a Felipe González por su petición de indulto para Vera, que González justificó como “de estricta justicia”, dado que detuvo a tantos etarras (¿no era esa la obligación laboral de Vera y para eso le pagábamos, Felipe?, deberíamos recordarle al ex jefe de Vera...).
Julia Otero hizo un programa dulce y floral, de perfume suave, amable: un contraprograma, dado lo que hay. Lo malo fue su elongación inacabable con acumulación final de invitados en fase de promoción de películas y discos: en vez de sumar, se restaban. Entre lo bueno, las sátiras políticas, incluida la de la verborreica Letizia junto al pasota príncipe zapeando desde su sofá. Del rey abajo, todos zapean.