El Periódico, 9 de enero de 2004

Ferran Monegal

Ayer por la tarde le preguntó Julia Otero a Pere Esteve, conseller de Comerç, Consum i Turisme: "¿Qué es lo primero que ha hecho al entrar en su nuevo despacho de la conselleria?". Y Esteve respondió: "El saliente no estaba. Me dejó una carta. Me fijé en un aparato musical que había en una mesa y vi que no había conexión para la antena. Llamé al lampista". Delicioso: ya sabíamos que el saliente (Antoni Fernández Teixidó), en lugar de estar presente, le dejó una cartita, pero lo del aparato musical sin antena no lo conocíamos. ¡Ah!, qué jornadas más sordas ha debido de vivir en ese despacho el hasta ahora conseller, con el hilo musical desempalmado y hecho una birria. Está visto que lo más tremendo de las mudanzas políticas es, por un lado, lo limpio que lo dejan todo los salientes, y por otro, la cantidad de horas de lampista que necesitan los entrantes para que funcionen los pocos trastos que quedan. Siguió Julia preguntándole cosas al político. Por ejemplo, si Pujol y Mas le habían llamado para felicitarle por el cargo conseguido. Respondió: "No". Y añadió: "La relación con ellos es correcta, pero fría". Hombre, tú dirás. Ya lo decía el gran bolerista cubano Benny Moré: el amor a distancia languidece. Y si además hay cambio de pareja, el ataque de cuernos es morrocotudo. Quizá la respuesta más tremenda que le escuchamos ayer a Pere Esteve fue cuando le preguntaron si cree que CiU apoyará a un posible Gobierno del PP, con Rajoy, antes que a uno del PSOE con Zapatero. Contestó: "Sin ser profeta, creo que CiU continuará dando apoyo al PP". "¿A cambio de entrar en el Gobierno de Madrid?" preguntó Julia. "A cambio de nada --puntualizó el político--. Eso es lo que ha hecho CiU durante los últimos años: apoyar al PP a cambio de nada en absoluto". Tiene Pere Esteve, según se mire, rasgos faciales de monje hindú. O sea, curtidos a base de oración, ayuno y kung fu.


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