La Vanguardia, 8 de diciembre de 2002

Por más que nos empeñemos, seguimos encerrados en una caja de vulgar envoltorio repleta de sensaciones por desvelar

Josep Sandoval

Semana a semana nos vamos dando cuenta de lo difícil que resulta tratar de reconducir los procelosos senderos de la prensa social hacia derroteros más amables. Evitar la truculencia, el desgarro informativo de unas declaraciones motivadas a veces por la necesidad económica y otras por rellenar de papel los corazones estúpidos de un mundo que se resiste a desaparecer es, realmente, una misión de audaces. ¿Cómo pueden estar Jesulín y señora en 18 páginas contando que van a tener una niña? El miércoles ya lo dijo en una rueda de prensa que, dos horas antes, la hermana Jesulina ya había desvelado en el programa de televisión en el que trabaja. No sólo eso, sino que avanzó el regreso a los ruedos del torero. Será, aseguró, el primer domingo de marzo en la plaza de Olivenza, al lado de César Rincón y El Juli: ni siquiera el diestro dio tanto detalle. “No lo hago por dinero, porque con lo ganado podría comprarme un cuarto de España”, declaró el señorito de Ambiciones, más que una finca, un culebrón.

Todo podría ser verdad si no fuera porque en el reciente salón del caballo, Sicab, que se celebró en Sevilla la pasada semana, nos sorprendió un diálogo acerca de la excesiva cifra (40 millones de pesetas) que pedía Jesulín por ese regreso. De ahí que el torero no acabe de concretar, diciendo que mirará de ponerse un corsé para torear, como si no requiriese el enfrentarse a un toro la disponibilidad de movimiento corporal al completo y sin trabas. Tal como están las cosas, bien podría tratarse de una reaparición y despedida, un modo de aumentar el erario, tal como podría haberlo sido la venta de exclusivas como la boda, el anuncio de la paternidad, el sexo del bebé o cualquier otra cosa surgida en el seno familiar. Son hipótesis con ribetes de realidad.

En el citado salón, todo un éxito de ese caballero andaluz que es Tomás Terry, tuvimos ocasión además de comprobar que Marujita Díaz y Chiquito de la Calzada tienen más tirón que una sosa Catherine Deneuve o Inés Sastre (que se olvidan luego el mágnum de Moët&Chandon), que Tita Cervera es una mujer divertida que parece feliz al lado de su hijo Borja, que Norma Duval ha resuelto su vida y viene al Apolo barcelonés, y que la pareja Cayetano Rivera Ordóñez y Blanca Romero son encantadores, simpáticos y guapos. En consecuencia, felices.

Son parte del glamour de un momento donde sigue reinando Isabel Preysler, cuya última aparición pública en Madrid desmontó cualquier otro acto a la misma hora. Isabel camina sobre las ideas con la misma facilidad con que Eugenia Martínez de Irujo se desvanece sobre el sofá de una entelequia que la devora y del que tiene que levantarse inmediatamente si no quiere perecer en el empeño. También es la reina de las páginas, pues “Semana” le dedica 11 y portada, donde desgrana, de modo alterno, las joyas de Tous, de quien es imagen, y sus confesiones, que debieran ser acto de contrición. Eugenia debe ponerse manos a la obra y empezar a interesarse por la vida desde su más elemental sentido: su hija, ese encanto de niña que será –de hecho, ya lo es– un escándalo en todo.

Como también lo es Arantxa del Sol, que estuvo en Mediterrània Port Aventura como madrina de las fiestas navideñas. Un lujo de señora que hace hermoso todo lo que toca y a quien su hija, bellísima Lucía, ha sublimado y la hace tocar el cielo con las manos.

Son las cosas bellas de estas informaciones. Y no como lo de Manu Tenorio, que tras mandar a la prensa a un oscuro y maloliente destino, destapa en la portada de “Lecturas” la respuesta que ocasionó el envío: “Estoy enamorado”. Pues qué bien. ¿Hay algo más? Probablemente, un anuncio. Por todo ello, a veces envidiamos a Julia Otero, cada día más guapa, que tiene magazine propio, sin corazón y de éxito. Pero el riesgo de bucear entre vísceras y órganos diversos a pulmón se saborea mejor cuando se asoma uno a la superficie a tomar aire. Aunque, ¿cómo evitará la bella el trasunto literario (ver “¡Hola!”: cartas presas, que no persas) entre María Jiménez y Pepe Sancho?


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