La Vanguardia, 1 de junio de 2002

JOSEP M. BAGET HERMS

En estos últimos tiempos las lágrimas en directo ya no se cotizan demasiado en televisión: han sido tantos los programas de "reality show" y similares que se han perpetrado a lo largo de los años que las lágrimas han dejado de impresionar a la audiencia o en todo caso sólo provocan reacciones superficiales. Ya sólo faltaba David Bustamante, más conocido hasta ahora por sus lloreras incontenibles que por sus dotes artísticas, para relativizar aún más el valor de las lágrimas de cocodrilo vertidas ante las cámaras.

De vez en cuando, sin embargo, se producen momentos de intensidad emocional que de alguna manera son imprevisibles. El pasado miércoles, en "La Columna", la ex alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet Manuela de Madre se emocionó cuando Julia Otero le rindió un homenaje en forma de videoclip sobre una canción de Joan Manuel Serrat. Con su entereza habitual, Manuela había descrito el proceso de su enfermedad, que la ha llevado a limitar en buena parte su frenética actividad política, y manifestaba su propósito de dedicarse a concienciar a la sociedad sobre una insidiosa enfermedad, casi desconocida y si se quiere poco espectacular, que afecta a miles de personas. La canción de Serrat, sin embargo, llenó de lágrimas sus ojos. De unas lágrimas auténticas como expresión de su sensibilidad y del acierto de Julia y su "disc- jockey" para dar con la melodía y las palabras justas para crear esa sensación de emoción profunda alejada de toda sensiblería epidérmica. 

Con esas lágrimas fugazmente captadas por la cámara se acabó la entrevista. Y así debía de ser. A Julia Otero ni se le pasó seguramente por la cabeza explotar el posible morbo de aquel momento de rara autenticidad que se vivía en el plató. Un detalle revelador de profesionalidad y elegancia que contrasta con toda la chusma de depredadores de sentimientos que transita por los programas de "reality show". La televisión aún nos brinda imágenes que van a formar parte de nuestra memoria.


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