Avioneta a punto de estrellarse. Viajan un blanco, un chino y un negro. Uno de los tres debe sacrificarse y arrojarse al vacío. Con "exquisita neutralidad" se someten a una prueba. Le preguntan a uno la capital de Tanzania, al segundo el número de habitantes y al último los nombres y apellidos de todos. Adivinen qué le toca responder al negro y a quién corresponde ese papel de los dos candidatos a las primarias del PSOE. El chiste es viejo y malo pero estos días se oyen muchos. Por ejemplo, que la neutralidad del aparato es una cosa y la de quienes lo componen, otra. O sea, que la ejecutiva federal del PSOE pueda pronunciarse, a favor de Almunia, no impide la imparcialidad de la fotocopiadora y el fax, ajenos afortunadamente al fenómeno poltergeist. Pese a todo, el asunto de las elecciones internas del PSOE está lleno de virtudes que tarde o temprano se convertirán en necesidad para todos los demás partidos (el PP tiene, por ejemplo, un excelente Borrell en Ruíz-Gallardón).

Sin embargo, estos días más que de costumbre hay que jugar a las adivinanzas en cada renglón. Detrás de cualquier declaración se esconde otra más ajustada a la intención. El "fair play" está lleno de claves que obligan a los contendientes a una gimnasia política de alta precisión. Los militantes socialistas tienen 20 días para dilucidar quién conjuga mejor la primera persona del plural, y deberán reflexionar sobre qué "nosotros" importa más, si el orgánico o el sociológico, el que está acomodado en lo alto del vértice, o el que mece nuevas ilusiones en la ancha base de la pirámide. Los que esta vez tienen derecho al voto están estratégicamente situados a mitad de camino entre unos y otros.

Julia Otero
Periodista


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